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Libertad, justicia y solidaridad son tres realidades inseparables. «Una sociedad que sólo se preocupa de la justicia y, para ello, sacrifica la libertad y la verdad (mediante la censura, por ejemplo), acaba siendo una dictadura de izquierdas, en la que aparentemente todos son iguales, pero a base de repartir pobreza para la mayoría, y bienestar para los que detentan el poder. Y una sociedad que sólo se centra en lograr la libertad, y para ello sacrifica la justicia y el amor o la solidaridad, acaba siendo el típico Estado liberal, en el que, en teoría todos son libres, pero sólo una parte de la población tiene medios para ejercer esa libertad, y para ejercer sus derechos fundamentales» (Ramón Echarren).

Una sociedad que no sepa conjugar estas tres realidades sociales no es una sociedad realmente humana. Una justicia que ahoga la libertad está condenada al fracaso. Una justicia que se construye sin libertad es solamente justicia para unos pocos. Y una libertad que no tiene en cuenta la justicia y la solidaridad es un sarcasmo. ¿De qué le vale la libertad a un hombre que no tiene trabajo y no puede llegar a final de mes? ¿Qué papel pinta la libertad si sus derechos fundamentales son conculcados? ¿Qué quiere decir ser libre, si no puede alimentar ni dar educación a sus hijos?