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Haría mal Alberto Núñez Feijóo en dar por descontado que el resultado con ventaja clara para el PP en los comicios del 28-M se va a repetir en las elecciones del 28 de julio. Marcaron tendencia y a Pedro Sánchez le dieron el segundo mayor susto de su aventurera vida política; el primero fue cuando sus compañeros le defenestraron de la secretaria general.

Había planteado las elecciones como un plebiscito y las perdió, pero se ha revuelto y anuncia una campaña sin cuartel recuperando todos los clichés demagógicos del relato habitual de la izquierda.

A juzgar por lo que sucedió en las elecciones de mayo, el discurso del miedo, el que ‘viene el lobo', no funcionó –así lo reconocía en un artículo reciente Juan Carlos Monedero, ideólogo y uno de los fundadores de Podemos–, pero Sánchez parece no haberse enterado a juzgar por su discurso ante los mansos integrantes del Grupo Parlamentario socialista en el Congreso y el Senado.

En aquella homilía en la que trató de desviar la atención acerca de su responsabilidad en el hundimiento del PSOE el 28-M anunció lo que va a ser el núcleo duro de la campaña electoral hasta llega al 23-J. Van ‘a ir a por todas'.

Basta con analizar el tratamiento pueril que algunos de esos medios le están dando a la noticia de que el líder de los ‘populares' no habla inglés, como Felipe González o el Aznar de la primera legislatura, circunstancia que no les impidió desarrollar una amplia actividad internacional. En el mundo global hablar inglés facilita las cosas, pero lo determinante es la credibilidad del líder. No es el caso de Pedro Sánchez, un político veleta cuyo objetivo es mantenerse en el poder a cualquier precio. Pese a todo sería una temeridad pensar que Sánchez ya es historia.

A nadie se le escapa que tiene algún significado haber convocado a urnas en plena canícula. Tengo para mí que sería imprudente un exceso de confianza porque llevaría a dar por descontada su derrota. La conclusión es que Núñez Feijóo tendrá que sudar la camiseta.