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Después de las elecciones, tanto si han ganado como si han perdido, o si todavía están indecisos y no saben a qué atenerse (a veces, la victoria y la derrota son indescifrables), todavía nos queda la feria. La Fira del Llibre, naturalmente. En el paseo del Born, que es donde tiene que estar. No, no me había olvidado de esta efeméride tan emocional. Y aunque no soy muy aficionado a las emociones tradicionales, y prefiero las librerías a la calle, dónde vas a parar, comprendo que la gente disfrute con algo de bullicio multitudinario, y estirar las piernas, y ver a escritores a la intemperie poniendo cara de escritor, y en definitiva, todo lo que conlleva una feria.

Cosas festivas. Libros no tantos, porque se suelen quedar en las librerías, y lo que hay en su lugar suelen ser novedades, así como pilas de novelas negras, de detectives, crímenes y asesinos en serie, sanguinolentas a más no poder. Festivas, decíamos. Ignoro por qué cada año les hablo de la Fira del Llibre, y me tomo la licencia de recomendarles media docena de títulos (los libros hay que comprarlos como lo huevos, por medias docenas); será otra tradición sobrevenida, o una costumbre adquirida por contagio. Frito me traen, mis costumbres. Mejor que la despache rápidamente. Serán libros magníficos, obras maestras, pero leves, breves y exactas, como recomendaba Italo Calvino. Algunas hasta tienen una peli excelente. Veamos. La felicidad de los pececillos, de Simon Leys. Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal. Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson. La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth. Un amigo de Kafka, de Isaac Bashevis Singer. Y puesto que hace falta alguna policíaca, completen la media docena con La madrina, de Hannelore Cayre, donde no arrancan el cerebro a nadie, ni se lo comen. Nada de impactos rítmicos; emotividad normal y corriente. Por desgracia, no es probable que encuentren ninguno en la Fira, lo que les dará la ocasión de ampliar la fiesta paseando hasta la librería, donde si no los tienen los pedirán. Seguro que con estos libros salen ganando, sin dudas. En fin, yo ya hice lo que tenía que hacer, esa irritante costumbre. Nos queda la feria. Y el año que viene, más.