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Cuando yo era pequeño, en los tebeos de aventuras y también en las pelis de indios, era frecuente que el héroe, en pleno combate contra docenas de malvados, lanzase de pronto un aviso a sus fieles compañeros. «¡Son demasiados!», exclamaba sin dejar de propinar mandobles, o pegar tiros, ante el ataque de hordas muy superiores en número. Ahí adquirí sin darme cuenta, por el procedimiento de aprender deleitándome, mi primera certidumbre moral. Que los malos siempre son demasiados, y ese grito ¡Son demasiados!, es un verdadero clásico no sólo de la narrativa aventuras, sino de la vida en general.

La lectura posterior de Ferlosio, que citaba a menudo aquella cancioncilla popular «Dios siempre ayuda a los malos cuando son más que los buenos», además de confirmar ese dogma moral, le otorgó rango teológico, que quieras que no es un rango superior al de los tebeos. No sé si aún se estila decir «Son demasiados» (yo lo mascullo de vez en cuando, leyendo el periódico), o ya se da por supuesto que la superioridad numérica es lo que caracteriza a los malos en cuestión, y no vale la pena repetirlo. Sobre todo si somos demócratas, y hemos aceptado que la legalidad (la verdad) está en la cantidad. La protagonista de Bill Kill, famosa peli de Tarantino, que se enfrenta nada menos que a 88 maníacos y se los carga a todos, en ningún momento dice esa frase memorable. Lo que no implica que 88 maníacos no sean demasiados maníacos. Si acaso, que de todo hay ya demasiado, también de cabrones y pirados, y conviene contar con ello. Saber de antemano que nos acorralarán, abrumarán y harán papilla. Para hacerse idea de cuántos son más o menos esos demasiados, basta escribir en Google cualquier frase común. Yo anoté «Y ahora qué», y me salieron 2.540.000.000 de individuos que había escrito lo mismo. ¡Dos mil quinientos cuarenta mil millones! Definitivamente, son demasiados. Ayer en el corto trayecto al estanco de la esquina y a comprar verduras, calculé que me habría cruzado con una docena de votantes de Vox, puesto que son más del 14 % de la población. Demasiados, en efecto; lógico que Dios les ayude. Maníacos no sé con cuántos me cruzaría. Y ahora qué. Ahora, otra campaña electoral.