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Es más que evidente que las personas de raza blanca no han sufrido las humillaciones, ni vejaciones, ni persecuciones, ni mucho menos la esclavitud a la que se han visto sometidas otras etnias que carecían del respaldo institucional para que no se les despojase de sus derechos fundamentales. Decir que los blancos también sufrimos racismo en según que ambientes es no atender a la verdad. No se puede equiparar un hecho puntual con siglos de sometimiento. Lamentablemente ese racismo reiterado es el que nos ha ido moldeando. En la actualidad, aunque pueda parecer indetectable, lo seguimos poseyendo en determinados grados, saliendo a relucir en los momentos más insospechados de un modo natural que suele camuflarse en forma de gracia o simple anécdota. Ya he comentado en alguna ocasión que cuando Luis Aragonés le dijo a Reyes: dígale al negro que usted es mejor, formaba parte de los tentáculos del racismo que nos ha quedado insertado en la mente. Aragonés sabía perfectamente el nombre del futbolista, Thierry Henry, pero prefirió llamarlo negro, más coloquial y más despectivo todavía. A gran parte de la afición le hizo una gracia tremenda porque no se les ocurría que aquel simple párrafo formaba parte de la gran losa del racismo de toda la vida. Que Vinicius no sea un alma de la caridad no da derecho a cánticos racistas, ni a tratar de ejercer el retrógrado poder supremacista con la oscura intención de que «no se le olvide, que tenga presente quiénes somos y donde debe quedar él cuando nos lo proponemos». Resulta ridículo y parcialista decir que Vinicius es un provocador y que sólo le pasa a él, que a los demás como Rudiger o Camavinga no les sucede. Le sucede a él y punto. Eso ya debería ser suficiente para que la lacra del racismo tenga que ser erradicada por todos los medios de una vez por todas.