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Uno no sabe hasta qué punto Baleares era conservadora hasta que ve los resultados de las primeras elecciones democráticas. Entre 1931 y 1936 los habitantes de estas islas votaron de manera masiva a las derechas. Y cuando digo masiva quiero decir que sacaban casi el doble de votos y ganaban en prácticamente todos los municipios.

Ustedes se preguntarán cómo puede ser así si en 1936 la mayoría de alcaldes eran de izquierdas. Porque a principios del siglo XX el poder de Madrid era tan excesivo, que los gobernadores civiles hacían y deshacían ayuntamientos a su gusto. Una grave deficiencia democrática que hoy es totalmente incomprensible.

Cuando en las elecciones municipales de abril de 1931 ganaron los republicanos en la mayoría de capitales, Palma iba en sentido contrario. En esta capital salieron elegidos 27 concejales monárquicos por 5 republicanos y 4 socialistas. En los pueblos la tendencia era incluso más conservadora debido al caciquismo. Sin embargo, el gobernador civil nombrado por Madrid ordenó crear una comisión gestora con solo republicanos y eligió de alcalde de Palma al socialista Llorenç Bisbal.

Una de las primeras decisiones fue repetir las elecciones en varios municipios. En la calle todavía se celebraba la proclamación de la República, cuando se volvió a llamar a las urnas. En Palma, la jornada electoral estuvo marcada por la baja participación. El diario católico Correo de Mallorca denunció «coacciones, insultos, amenazas y agresiones» a sus electores. Grupos armados rompieron varias urnas. De repente, distritos donde los republicanos habían obtenido el 46 % de los votos pasaban a conseguir el 92 %. La conjunción republicano socialista pasó de 9 a 25 regidores en Palma.

En las elecciones generales de 1933 volvió a arrasar el centro-derecha en Baleares hasta el punto de llevarse los siete diputados en liza. En Madrid se formó un Gobierno de derechas que cambió otra vez los alcaldes con la excusa de la revolución de 1934.

Las elecciones generales del 16 de febrero de 1936 se presentaron como un plebiscito sobre el destino de España. Todos los partidos se agruparon en dos grandes bloques: la izquierda y la derecha. Mientras el Frente Popular ganaba claramente las elecciones a nivel nacional, en Baleares la Coalición de Derechas (o de Orden) obtuvo 91.000 votos frente a los 54.000 de la izquierda. Las derechas vencieron en todos los municipios salvo en Calvià y Formentera. En Palma también ganaron en todos los distritos menos en La Soledat-Llevant y Santa Catalina.

Como explica el catedrático Joan Oliver Araujo, «la isla de Eivissa, verdadero feudo de la familia Matutes, era el baluarte más conservador de toda la provincia y muy posiblemente de todo el Estado español». En cambio, Formentera fue «el núcleo electoral más progresista del archipiélago».

El Gobierno en Madrid del Frente Popular ordenó restituir en los ayuntamientos a los alcaldes de izquierda que habían sido suspendidos. Por eso, la mayoría de alcaldes eran de izquierdas en 1936. Ahí se explican las tensiones en los municipios de Baleares, donde el ayuntamiento era de un color y la mayoría de los ciudadanos de otro.