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Las personas son animales mamíferos a los que les gusta mucho llevar un palo en la mano, por lo que el invento del bastón, garrote, báculo y demás variantes de lo mismo estaba chupado. Es posible que incluso se inventase antes que el taparrabos o las jerarquías, que probablemente ya dependían del tamaño del bastón y la habilidad para blandirlo. ¿Y para qué querían aquellos antepasados acarrear un palo o rama nudosa? Uf, para todo, y porque no siempre se tiene a mano una quijada de asno. Para apoyarse, para simbolizar, para marcar el ritmo de la marcha, para hacer garabatos en el suelo, para escarbar, para golpear matorrales del borde del camino, para señalar algo en la lejanía, para partir cabezas, para pastorear ganado, para zurrar, para ligar. Y por razones de dignidad bípeda, naturalmente. La azagaya con punta de cuerno de ciervo y las jabalinas ya fueron una derivación lógica del bastón, y de ahí al cayado de los profetas, el báculo de Moisés, la vara de mando y los bastoncillos de bambú o madera de Malaca que agitaban los petimetres del siglo XIX ya todo fueron mejoras de diseño y evolución del invento. Innovación y desarrollo.

Se puede trazar un mapa del progreso humano observando la creciente sofisticación y variedad de los bastones, sobre todo desde que se les dotó de empuñadura. ¡Ah, el arte de las empuñaduras! Muy ergonómicas no eran al principio porque su misión fundamental, más que empuñar, era significar. Más tarde, como los significados también se empuñan, ambas cosas vienen a ser lo mismo. No hay más que ver el báculo pastoral de los obispos, con remate curvo, o la ostentosa férula papal de las solemnidades. Aunque para significativo, conviene recordar que báculo es el nombre de un hueso alargado que los machos de ciertos mamíferos tienen en el pene. Sí, para eso. Como la varita mágica. Para apoyarse, hacer garabatos, etc. Este siglo parece que los bastones están en decadencia, pero es porque se han vuelto digitales. Más simbólicos aún. No hay forma de conseguir un buen bastón estoque, antaño de moda entre caballeros. He tenido que conformarme con un tubo de láudano oculto en la empuñadura. Cambian los tiempos y los bastones. No demasiado.