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La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan», así empieza la declaración que Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, pronunció el 9 de mayo de 1950 en el Salón de l’Horloge del Quai d’Orsay, y que dio paso a la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), embrión de la actual Unión Europea.

Esta fecha forma parte de los símbolos europeos desde que el Consejo Europeo de Milán de 1985, la declaró el Día de Europa, y se celebra en todos los Estados miembro, para conmemorar que, con su declaración, Schuman colocó la primera piedra para la construcción de una organización indispensable para el mantenimiento de la paz. Es una evidencia que, durante más de setenta años, no ha habido guerra en la UE. En este y otros sentidos, la Declaración Schuman fue un gran acierto histórico.

Muchas cosas han sucedido desde entonces y 72 años después, tras superar la dura crisis de la COVID-19, la población europea entró de nuevo en shock ante el estallido de una guerra a las puertas de la UE consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. Los Estados miembro están acogiendo refugiados, enviando ayuda humanitaria y también armas para que el pueblo ucraniano puede defenderse. Para ello han aumentado sus presupuestos de defensa, algo impensable hace unos meses, y la OTAN ha ganado posiciones con nuevas ampliaciones de países que habían optado por la neutralidad. Se habla de convertir a la UE en un actor militar de primer orden.

Todo ello es comprensible, Ucrania necesita ayuda, otros países fronterizos con Rusia como Moldavia se sienten amenazados, incluso aquellos cerca de la frontera que ya pertenecen a la UE y a la OTAN tienen miedo y, por supuesto, nada justifica la agresión de Rusia a Ucrania. Pero hay una pregunta que inquieta a muchos europeos: ¿Es el envío de armas la manera de conseguir la paz en Ucrania y la militarización de la UE el mejor camino para la paz en Europa? ¿Es este un «esfuerzo creador equiparable al peligro que nos amenaza», del que habla Schuman en su declaración?

Con la puesta en común del Carbón y del Acero, dos elementos clave para la fabricación de armamento, se pusieron trabas a su producción y se evitaron derivas militaristas que pudieran llevar a una nueva guerra en Europa. ¿Qué pensaría ahora Robert Schuman?

En palabras de Marcelino Oreja Aguirre, autor del prólogo de Por Europa (ed. 2006), el testamento político de Schuman: «La historia europea había enseñado, a Schuman, que el equilibrio de poderes o el simple transcurso del tiempo no eran suficientes para reconstruir la paz. Para alcanzar la reconciliación era necesario poner en marcha políticas creativas y generosas».