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Me pregunto para qué sirve un sindicato laboral en la actualidad. Hace veinte, treinta o más años, los sindicatos promovieron las reformas laborales de las que disfrutamos y jugaron uno de los papeles más destacados en el desarrollo industrial de nuestro país. Por aquel entonces eran la voz de la conciencia de los empresarios y el ángel de la guardia de los trabajadores. Con mucho esfuerzo y más acierto, consiguieron que el trabajo no solo fuese una necesidad sino un derecho y además un derecho muy humano. A ellos debemos una buena parte del estado del bienestar que disfrutamos. Yo diría que cumplieron su objetivo y lograron su misión.

Sin embargo, con motivo del Primero de Mayo que celebramos hoy, escuchando los discursos de los dos representantes sindicales mayoritarios baleares, he llegado a la conclusión de que los sindicatos son estructuras del pasado que viven del recuerdo y han convertido las viejas reivindicaciones en soflamas alegóricas y reproches metafóricos. Tengo la impresión de que los nuevos líderes sindicales son, en realidad, políticos frustrados unidos en coalición que piden a la ciudadanía que vote en una misma dirección. Y es precisamente aquí, en esta identificación política manifiesta, donde las estructuras sindicales actuales pierden toda su razón de ser.

Cada vez que un líder sindical entra en una campaña electoral para promover un voto determinado deja de ser sindicalista y su organización deja de representar a la totalidad del colectivo laboral. En estos momentos, mantener estructuras sindicales obsoletas solo sirve para gozar de prebendas económicas y de una financiación estatal que cada día tiene menos razón de ser. Lo malo del Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea no es que sean lo mismo, es que no lo sepan. ¡Feliz Día del Trabajo!