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Hay canciones pasajeras y canciones inolvidables. Las primeras pasan por nuestra vida por un breve espacio de tiempo. A veces, van relacionadas con una estación del año. La canción del verano, por ejemplo, es la que suena sin parar en los chiringuitos y las discotecas del verano, la que cantan los adolescentes a voz en grito, la que es tan pegadiza que, aún sin quererlo, nos sorprendemos tarareando sus estrofas. No duran mucho, se nos olvidan con la misma rapidez con que nos llenaron la mente, y no dejan huella. Son alegres e intensas como el verano.

Las canciones inolvidables son las que nos acompañan siempre. A veces se relacionan con un momento que hemos vivido, con un episodio de la infancia o de la juventud. Aquel viaje de estudios en el que contábamos a coro junto a los compañeros de instituto... Esa verbena que fue la mejor de nuestras vidas.... Ese chico del que nos enamoramos un tiempo a aquel otro con quien compartimos una gran historia de amor...

Siempre nos acordamos de nuestras canciones inolvidables porque años después continúan haciéndonos compañía. Puede haber pasado mucho tiempo desde que las escuchamos por última vez, al encontrarlas de nuevo nos emocionan casi tanto como cuando no podíamos dejar de ponerlas en un tocadiscos.

Paraules d’amor de Joan Manuel Serrat es una de las canciones referentes de mi juventud. Con los años, me he enamorado de otras canciones. Jo mai mai de Joan Dausà es un tema que he compartido con mi hija, entusiasmadas las dos por su sutileza: un juego de la verdad practicado entre amigos y la confesión de los errores cometidos en el amor.

Joan Dausà escribió Jo mai mai hace diez años. Es bonita, sencilla y profunda. Para celebrar una década de su existencia, acaba de sacar otra canción, que es una continuación de la primera. Se titula Judit y es preciosa. Una canción que aparece en verano pero que sobrevivirá a lo largo de las estaciones y, tal vez, se convertirá en la canción de muchas vidas.