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Estados Unidos adora a esta señora taiwanesa, presidenta en segundo mandato de la llamada isla autogobernada de Taiwán. Se deshace en atenciones con ella porque si Taiwán, antes Formosa (isla hermosa), es una piedra en el zapato de China, su presidenta, Tsai Ing-wen, a la que consideran una independentista radical siempre desafiante, es el grano en la punta de la nariz de Pekín. Si quieres irritar y sacar de quicio a China, sólo hay que ensalzar y ponerse mimoso con la presidenta Tsai Ing-wen, de dulce sonrisa muy china, pero autogobernada, pelo en forma de caperuza semejante a roca basáltica y una mirada muy soberanista a largo plazo. Pekín no la soporta, convencido por razones históricas, geográficas y hasta idiomáticas de que Taiwán es China, tanto como el río Yangtze, los osos pandas o la Gran Muralla, pues allí se refugió el ejército chino del antiguo régimen cuando la revolución comunista, y bastante hacen permitiendo que se autogobiernen. Así que EEUU no deja de agasajar y prometer ayuda bélica a la audaz señora Tsai, de delicada apariencia pero dura como una roca. Una independentista de tenacidad oriental. Profesora universitaria de derecho y comercio internacional, estudios que cursó en Londres, la presidenta Tsai sabe cómo enojar a los chinos, que siempre responden con severas advertencias y maniobra militares de fuego real en torno a la isla. Ya sucedió en agosto del año pasado cuando Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, visitó Taiwán, y ahora cuando ella devolvió la visita en gira norteamericana. Más maniobras chinas amenazadoras, para regocijo USA. En fin, que Taiwán será actualidad mucho tiempo, y Tsai Ing-wen también. Soltera, sin marido ni hijos, lo que tiene esta presidenta son gatos. Le gustan mucho. Por su independencia.