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Hace unas semanas conmemorábamos el 40 aniversario de nuestra autonomía con división de opiniones. Normal. Pero me llamó la atención la voz de algunos nacionalistas, claramente independentistas, por el análisis tan sesgado.

Es curioso. Lo primero que hace un nacionalista cuando se pone a predicar o a reivindicar es inventarse un pasado que nunca existió, prometer un futuro que nunca llegará y tergiversar el presente porque no se acomoda a su ideología. Repasar la historia de un país o de una comunidad en función de una ideología es una estafa consciente a los ciudadanos.

Asimilar el decreto de Nueva Planta de 1715 para Mallorca al inicio de un proceso colonial en el que nuestras islas como ‘pueblo colonizado’ asimilaron los valores de la ‘metrópoli’ olvidando los propios, es un intento de explicar la Historia en función de una ideología. Imaginar o suponer identidades nacionales o sentimientos de pueblo cuando mayoritariamente nunca se han manifestado así, es como mínimo una torpeza

Ese nacionalismo que mira atrás en la Historia a la búsqueda de aquel preciso instante en el que considera que se cumplió la plenitud del tiempo, en el que el pueblo alcanzó la Arcadia y vivía feliz está confundiendo a la gente. Afirmar que la conciencia colectiva de querer ser una nación estaba comprensiblemente aletargada cuando, en realidad, esa conciencia no se ha manifestado nunca, es otro mensaje distorsionado.

Tenemos la autonomía que hemos querido tener dentro del marco constitucional español. Esa es una realidad que no precisa de mayores explicaciones. Imaginar lo que pudo ser y no fue no tiene ningún sentido.

Los nacionalismos de cualquier signo son excluyentes porque consideran que solo hay una manera de ser nacional de un país, región o pueblo hasta el punto de negarles el pan y la sal a quienes han vivido siempre en nuestras islas, pero sienten la ‘mallorquinidad’ de otra manera.

La historia de esos 40 años de autonomía está llena de altibajos como corresponde a cualquier empresa política colectiva, pero para valorar mejor su producto imaginemos la situación anterior o una alternativa sin autonomía. No hay duda de que estamos mejor incluso con aquello que quisiéramos cambiar. Yo, desde luego, eliminaría el Consell Insular de Mallorca o disminuiría mucho sus capacidades.

Ahora bien, criticar esta autonomía porque no se corresponde con una supuesta identidad colectiva del pueblo, es confundir los deseos de unos pocos con la voluntad de muchos. Las identidades y las culturas no se construyen por decreto sino por la evolución de las sociedades de manera natural. Quien quiera la independencia que se busque una mayoría para ello. Mientras eso no ocurra, y espero que no ocurra, respetemos y mejoremos el sistema actual.