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Hay una auténtica pandemia mundial de suicidios, hay personas que compran hijos para no estar solas nunca más, hay mucha gente que adopta un perro o un gato para que le haga compañía, igual que deja encendida la radio o la televisión para recrear la atmósfera de un hogar donde vive una familia bulliciosa. La soledad está mal vista y se comprende poco. Parece forzoso emparejarse, tener descendencia, mantener un grupo de amigos, pertenecer a algún club, gimnasio, lo que sea donde puedas relacionarte con otras personas. La imagen del solitario es denostada como la de cualquier tenebroso Mr. Scrooge del cuento de Dickens, que está solo porque es odioso. Quizá por eso alguien ha inventado un modo de sentirse acompañado, al menos de forma virtual. Se trata de un servicio de pago para recibir cartas postales dos veces al mes durante un año. Una iniciativa norteamericana en forma de suscripción de pago que promete contarte tiernas historias –puedes elegir cuatro «escenarios» diferentes, desde la época de Jane Austen al salvaje Oeste americano, de la II Guerra Mundial a un mundo de fantasía– acompañadas de fotos, papeles perfumados, ilustraciones, detalles que te harán creer que, al otro lado, hay alguien especial que se acuerda de ti. Es triste y a la vez bonito. Como aquella experiencia japonesa que proponía adoptar a un abuelo para sentir que formas parte de algo más grande que tú, más importante y profundo, algo que persistirá en el tiempo. Síntomas de una sociedad enferma en la que se cuida poco el amor a uno mismo, la dedicación a la cultura, al arte, a esos universos que son los que nos aportan profundidad y trascendencia, más allá del mero hecho de estar rodeados de gente.