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Aunque nos parezca lo contrario, la inteligencia es un bien escasísimo. Es cierto que casi todos los seres humanos vienen equipados con una inteligencia superior a la de los demás animales y cualquiera de nosotros podría resolver en segundos los juegos de botones, laberintos y chorraditas que les ponen a ratones, cuervos y perros. Sin embargo, ese nivel básico de resolución de problemas y de análisis de los múltiples prismas de la realidad lo supera poca gente. La mayoría se limita a seguir los dictados de otros –cuyos argumentos son, casi al cien por cien, torticeros e interesados– y solamente algunos se arriesgan a plantear retos intelectuales. Por eso sí creo que la aparición de la Inteligencia Artificial va a poner en aprietos a más de uno.Dicen que al menos la cuarta parte de los trabajos que actualmente se realizan enEstados Unidos yEuropa serán reemplazados por esta herramienta. Con un pelín más de desarrollo, nos alegraremos de contar con este nuevo compañero de oficina, porque será infinitamente más eficaz que el humano anterior y menos quejica. Como ocurre siempre, el que no podrá ser sustituido es el que ejerce tareas físicas, aunque esos procesos se vayan automatizando progresivamente.La peluquera, el mecánico del coche, el fontanero... seguirán siendo humanos. Al menos hasta que se creen máquinas tan fabulosas que también sean capaces de hacer eso. Trescientos millones de empleos estarán en riesgo porque la IA será pronto más inteligente que nosotros. O transformamos el mundo para que tengamos muchas más vacaciones, o los empresarios se frotarán las manos ante tal perspectiva y los gobiernos empezarán a temblar ante el volumen de prestaciones de desempleo que vamos a solicitar.