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Parece que la búsqueda de la felicidad ha sido siempre la tarea prioritaria de los seres humanos (de las ratas no; son felices si tienen comida), y a ello se han dedicado con obsesiva profesionalidad filósofos, psicólogos, sociólogos, científicos y humoristas, entre otros. Hay vastas bibliotecas sobre el tema, trending topic de todos los tiempos, desde el Kamasutra y los epicúreos hasta los manuales de autoayuda, con resultados tan aciagos que muchos pensadores sostienen que es precisamente esa búsqueda obsesiva de felicidad lo que provoca desolación. Yo lo creí durante algún tiempo, pero ya no. Porque a la gente, sobre todo a la gente ilustrada, lo que le chifla de verdad es ser infeliz, y así, mientras parece que hacen una cosa, hacen la contraria. Buscan desesperadamente la infelicidad, y sean clérigos, poetas, políticos, cronistas o cosmólogos, nunca dejan de innovar en el ámbito de las desdichas, ni se quedan contentos con las que hay. No sólo hemos venido a este mundo a sufrir, sino que si no sufrimos más es por ignorancia o negligencia. La búsqueda de infelicidad, tanto pública como privada y hasta ontológica, sí que es el gran empeño de la humanidad. Hay que aceptar de una vez que preferimos ser desgraciados. Por el qué dirán, por competitividad y espíritu de emulación, por vanidad, por solidaridad, porque mejora la autoestima. Ser infelices nos hace más importantes, genera superioridad intelectual y moral; esto se sabe desde el Eclesiastés bíblico. Además, facilita el victimismo identitario generalizado, la gran ideología del presente, y permite quejarse sin límites, que es definitivamente lo que más nos gusta. Me atrevería a decir que hasta se liga más exhibiendo desdichas y lanzando alarmas que pareciendo alegre como un capullo. Un patán que no se entera. Y por supuesto, un político o un escritor, si no se pone apocalíptico, mete miedo y alardea de vivir en le calle de la amargura, ni seduce a nadie ni le toman en serio. La infelicidad es ya una estrategia electoral, sólo los necios pretenden ser felices y comer perdices. Y lo tienen difícil, por la presión de los buscadores de infelicidad. Mi consejo es que pasen a la clandestinidad. Para empezar.