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Ya existen varios índices de volatilidad, como el VIX, pero casi todos miden la volatilidad de los valores financieros (indicadores del miedo, les llaman), como si no hubiera más cosas volátiles en el mundo, de las que se volatilizan a más o menos velocidad. En física, química y termodinámica, la medida a la que algo se evapora según presión, temperatura y otros factores ambientales también es un dato fundamental, pero nuevamente se queda corto para abarcar la volatilidad general, ya que si algo caracteriza esta época es la extraordinaria volatilidad de todo, ideas incluidas, y no únicamente la de tipo químico, físico o bursátil. Psicología y sociología son muy volátiles, al igual que la moral, los precios, el género, los salarios, las verdades, el clima y las previsiones, lo que a su vez provoca gran volatilidad ideológica y electoral. La precariedad es una forma de volatilidad, pues no hay nada más gaseoso y volátil que los puestos de trabajo y las pensiones futuras. Que a su vez, igual volatilizan amores y proyectos que evaporan las reservas de la Seguridad Social. La cultura es muy volátil, pero no como lo ha sido siempre al modo de las gallinas, que van por el suelo picoteando y apenas levantan cabeza, sino como los vilanos, revoloteando a merced del viento. Por no hablar de la volatilidad estática (VE), concepto de nuestra invención que no explicaremos para no liar más las cosas, o de la volatilidad emocional y sentimental    (VES), que jamás fue tan elevada. Porque no puede ser que tengamos índices de volatilidad de los mercados, y no un índice general que calibre al instante la volatilidad de todo. De la vida. Puestos a idear uno, pensé basarlo en el anillo bencénico de los hidrocarburos aromáticos, que se volatilizan dejando residuos tóxicos (como las ideas, sí), y llamarlo Índice PIF para aprovechar la onomatopeya. Estaba aquí y de pronto, pif, se evaporó. Lo he probado y funciona. Según el PIF, la volatilidad estática es ahora de 7,25, mientras la emocional y sentimental (VES) marca un récord de 8,73, similar al del Antiguo Testamento. Si los sociólogos no están de acuerdo con este índice de volatilidad, pueden inventar otro. Pero ya. Nos urge.