TW
0

La categoría de un país se mide en la calidad y el nivel de vida de sus habitantes. Al margen de la carrera espacial, la bomba atómica, un ejército poderoso y chorradas de ese tipo que tienen incluso algunas de las naciones más pobres y desiguales del mundo, lo importante es cómo vive el ciudadano medio. Canadá,Australia,Nueva Zelanda, Japón, los nórdicos y algunos europeos son ejemplos en los que fijarse. Naturalmente, ese nivel y esa calidad de vida dependen en gran medida de los salarios, los servicios y las prestaciones.Entre ellas, las pensiones. No existe posibilidad alguna de progreso, desarrollo y buena vida en lugares con sueldos de miseria y pensiones de lástima. Por eso sorprende –muy negativamente– que haya varios partidos políticos que rechacen el plan para mejorar los ingresos de jubilados y pensionistas, especialmente cuando conforman un porcentaje notable de la población. Dirán que sí desean mejorar el sistema, pero sin dañar al empresariado.Lo cual es apostar por la cuadratura del círculo o, lo que es aún peor, por la privatización del tinglado. La derecha en bloque –PartidoPopular,Ciudadanos,Vox– se ha mostrado enfadada por la reforma llevada a cabo por el Gobierno y sus aliados. Cambios que conllevarán, por ejemplo, que la pensión más baja se equipare al salario mínimo –ahora 1.080 euros en catorce pagas–, cuantía que también alcanzarán las pensiones de viudedad. ¿Cómo explicarle a una viuda de ochenta años que el partido al que vota no desea eso para ella? ¿Que prefiere que cobre una miseria y se pague de su bolsillo un plan privado que solo beneficia a la banca y a Haciencia? En estas cuestiones es donde cada uno demuestra lo que es. Y el tipo de país que quiere.