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El título original de este comentario era ‘Pánico en el casino’, pero lo descarté por manido y poco original. Porque como ocurre siempre en estos pánicos financieros, con crisis bancarias y bursátiles muy contagiosas, y grandes dudas religiosas (falta de fe), alguien está ganando muchísima pasta con el hundimiento de ese banco para pijos de Silicon Valley, y el descrédito añadido del Credit Suisse. ‘Lo han vuelto a hacer’ era buen título alternativo, así como el sucinto ‘Otra vez ellos’, pero como en el capitalismo avanzado el dinero rebota, y cuanto más asustado está más rebota, hemos decidido seguir, como los grandes criminólogos y periodistas de investigación, la pista del dinero. Y tras una semana de turbulencias, alarmas, discursos oficiales sedantes, pánico en el parqué, contagios reales o imaginarios, rebotes de valores y, sobre todo, malos recuerdos de la gran estafa de 2008, hora es ya de reconocer mi absoluto fracaso. No hay manera de seguir al dinero, más globalizado que un puto meridiano, ni de saber quién se está forrando con las ayudas públicas en EEUU a sus entidades bancarias arruinadas, y desde luego, yo no soy un gran periodista de investigación. Como detective, ni encuentro nunca a la mujer (cherchez la femme, exigía Dumas), ni encuentro el dinero. Es que ni lo huelo. Pero ya era tarde para volver a cambiar el título. El dinero rebota, aunque no como una pelota. Como una moneda de dos euros antes de desaparecer por la reja del alcantarillado. Salvo que no son dos euros, y alguien ganó un pastizal con esta ventisca en el casino. Los buenos inversores son precisamente los que, cuando parecen huir despavoridos y temblorosos, siguen pillando dinero que rebota. De ahí su febril agitación, y sus supuestos temblores. No son tales; lo que ocurre es que son muy rápidos de manos. No he podido seguir el rastro del dinero, pero me he enterado de que un tal señor Larry Fink, fundador y presidente de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo con un capital superior a 8 billones de dólares, echa la culpa a los controles fiscales y monetarios, según él exageradamente agresivos desde 2008. Hasta ahí he llegado. ¿Y el dinero? Pues eso, rebotando.