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Asistimos a la lenta transformación del ideario del PartidoPopular, quizá forzado por la presión a su derecha que viene ejerciendoVox. Lo digo por la repentina convicción feminista que enarbolaron algunas de sus dirigentes en este pasado 8 de marzo y la sorprendente petición de su vicesecretario de Economía, JuanBravo, de que lleguen más inmigrantes al país para salvar las pensiones. Ese tipo de cuestiones han estado tradicionalmente en los programas electorales de los partidos de izquierda, mientras en la derecha se han tocado con pinzas. El problema que tiene el PP es que en su seno conviven infinidad de sensibilidades distintas y si la dirección da un pasito, aunque sea leve, hacia el centro, perderá a sus seguidores más extremistas, que ahora tienen dónde aterrizar con comodidad: en Vox. Por eso es delicado cualquier viraje ideológico hacia términos menos conservadores o clásicos. España tiene un problema de pensiones que se deriva directamente del monumental error cometido por el dictador Franco de fomentar la natalidad hasta extremos irracionales. Quizá pretendía repoblar el país tras masacrarlo durante los años de la Guerra Civil y de la posguerra o solamente ensalzar sus valores más ultracatólicos –aquello de la reserva espiritual de Occidente–.El caso es que de pronto las familias se volvieron numerosísimas y hoy todos aquellos niños están alcanzando o acercándose a la edad de la jubilación tras cotizar durante cuatro décadas. El PP dirá lo que quiera, pero la solución nunca puede ser la misma que generó el problema: fomentar la natalidad y, además, traer extranjeros. España tiene 47 millones de habitantes y tres millones de desempleados. Quizá el truco esté en ponerles a trabajar y que coticen.