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La actualidad se suele trenzar con oleadas de noticias que apabullan al lector, al radioyente y al telespectador para luego diluirse ante el siguiente tsunami informativo, que lo copa todo. En las Islas, ahora mismo el maná es el problema de la vivienda, que preocupa a la gente joven, pero no solo, pues existen mil circunstancias en la vida que te obligan a cambiarte de casa a cualquier edad. Sobre la necesidad de construir vivienda pública hemos escuchado mil cosas, la mayor parte sin fundamento. Ideas peregrinas como convertir contenedores portuarios en minipisos se descartan de antemano cuando en otros países mucho más desarrollados que el nuestro se abrazan sin complejos.

Ibiza alcanza el culmen de noticia en el telediario nacional porque uno de sus municipios se convierte en el más caro de España. Ahora el conseller del ramo, Josep Marí, que es ibicenco y de eso debe saber un rato, pone un poco de cordura en el asunto: asegura que el Govern necesitaría tres o cuatro legislaturas para levantar las quince mil viviendas que se necesitan para aliviar un poco la asfixia. Tres o cuatro legislaturas suponen doce o dieciséis años. Nuestros jóvenes, que hacia los veinticinco años están listos para abandonar el nido, se convertirán en maduros esperando a que las instituciones muevan sus desesperantemente lentos engranajes. Ante ellos permanece la alternativa de vivir en casa de los padres –poco atractiva para todos ellos–, de emigrar a lugares donde las dificultades son menores o los salarios más abultados, o meterse en uno de los miles de locales cerrados que dormitan criando arañas por toda la ciudad. Con valentía e imaginación el problema se acabaría en un par de años. Pero, ay, la clase política suele carecer de ambas.