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Por razones que ahora no vienen al caso (por cierto: ¿alguien utiliza esta expresión fuera de un escrito?); por razones que ahora no vienen al caso, digo, me surgió una duda el otro día: ¿quedará todavía alguna papelería o imprenta de esas a las que ibas a por recambios para bolígrafos? En Palma –y no sólo en Palma– había, tiempo atrás, decenas de papelerías con material de escritura y lectura que eran un festival para los sentidos; para la vista y el olfato, sobre todo. Se amontonaban libretas, bolígrafos, lapiceros, gomas de borrar y sacaminas (en Mallorca las llamábamos ‘maquinetas’) y tú ibas allá, mostrabas un bolígrafo (de esos que te habían regalado o que te habías comprado dándote un capricho) que había quedado agotado; la dependienta o el dependiente buscaba en una estantería o en un cajón bajo el mostrador; te cambiaba el cartucho y, antes de devolvértelo, cogía un papel y escribía unos garabatos para probarlo.

Tú, lo cogías, te lo metías en un bolsillo interior y salías a la calle como si hubieras dado con un tesoro perdido. La buena noticia: sí, todavía quedan algunas papelerías así en Palma (la papelería imprenta Alemany de la plaça d’en Coll, por ejemplo), aunque otras muchas han ido cerrando. Entrar en un sitio así sigue siendo un placer inmenso (también quedan algunas en pueblos del interior y que vienen a ser lugar de encuentro como el bar, la iglesia o la tienda de ultramarinos) que te hacen viajar en el tiempo y recordar momentos del pasado que (también por razones que ahora no vienen al caso) se resisten a marchar. Ejemplo, cuando salías de casa con ejemplares ya leídos de la colección de Joyas Literarias Juveniles de Bruguera, con «300 ilustraciones a todo color», y te sacaban una caja para que los cambiaras por otros que no habías leído. Era, en cuestión de minutos, como dar la vuelta al mundo en ochenta días o pasarte cinco semanas en globo.