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No es cierto que en Dinamarca le retiren el derecho al voto a aquellos ciudadanos que cobren una subvención del Gobierno. Se trata de un bulo que ha circulado por ahí pero que a más de uno le ha excitado como una brillante idea para no dejar que los políticos con compren con nuestro dinero. Vayamos por partes. El voto es sagrado y si así fuera, podría interpretarse como una maniobra en favor de una oligarquía económica que concentrara todo el poder político. Otra razón sería que es muy difícil discernir quien cobra y quien no. Pero sobre todo el tema se desmonta por dos razones: la primera es que no hay político que esté dispuesto a renunciar al favor del voto más aún si lo ha regado con dinero público y dos, con este criterio en España no votaría ni el tato. Porque no me reconocerá que, con la crisis económica en la mano, en lugar de reducir impuestos de manera generalizada, los gobiernos han optado por repartir pasta a tente bonete. Transporte público gratis, matrícula gratis, bonos estudiantes, ayudas de todo tipo. No me cabe en este artículo el bazar de subvenciones del señor Pedro Sánchez parea ayudar a los más necesitados y por extensión comprar su voto. N o lo digo yo, lo dijo el mismísimo presidente del Gobierno que no se cortó ni un pelo al decir que «gobernar para la gente tendrá repercusión electoral». Y tan pancho.