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Nos dejó Rafael Sánchez Ferlosio un libro cuyo título a la luz de los acontecimientos posteriores parece ungido por el misterioso don de la profecía: Y vendrán más años malos y nos harán más ciegos. No era un libro de política, ni de sociología, pero la fuerza de sus aforismos, a los que llamaba pecios, instala en el ánimo del lector con tal fuerza la idea del naufragio que es imposible resistir la tentación de establece una analogía con el momento histórico que nos está tocando vivir. Termina un año que nos deja un penoso deterioro de las instituciones. No todas, pero si algunas de las principales. Desde el Parlamento convertido en dócil correa de transmisión de las jerarquías de los partidos, al Ejecutivo de coalición, transformado en puerto de expedición de leyes diseñadas con propósitos de ingeniería social o elaboradas al dictado de socios políticos (ERC) que han conseguido cambiar el Código Penal para eludir la acción de la Justicia. Por no hablar del descredito del CGPJ o el Tribunal Constitucional, instituciones clave para el necesario equilibrio que aporta la separación de poderes en los Estados democráticos. Se salva la Corona porque el Rey supo estar a la altura del papel de moderador que le asigna la Constitución como jefe del Estado y símbolo de su unidad, aunque la institución también salió tocada en razón del penoso acontecer que rodea la figura histórica de don Juan Carlos, exiliado en Abu Dabi. Lo malo de la profecía de Ferlosio es que, en su segunda propuesta, invita a pensar que lo que está por venir es un escenario de ceguera. En este caso de ceguera política como resultado de la facilidad con la que la gente olvida desmanes políticos como los que hemos conocido este año. Por ejemplo, olvidar lo que supone la reforma del Código Penal para suprimir el delito de sedición y la rebaja de las penas por malversación para favorecer a los sediciosos del ‘procés.’