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Sin duda es el jugador llamado a marcar una época, a subirse al podio de los más grandes, si es que ya no ocupa uno de sus peldaños con apenas 23 años. Edad con la que Kylian Mbappé (París, 1998) ya sabe lo que es ser campeón del mundo y objeto de deseo permanente del Real Madrid, el club que aspira y suspira por hacerse con el killer de referencia, el atacante con mejor promedio goleador y la esperada sensación de Qatar 2022, una Copa del Mundo que ha convertido Mbappé en una obsesión, un reto personal que ha preparado a conciencia para intentar llevar a Francia a reeditar la corona de Rusia 2018 y completar un soñado ‘triplete’.

La Ligue 1 francesa se le queda pequeña. Lo sabe, al igual que tiene claro que el PSG no será el club de su vida. Porque pese a la infinita inversión que supone reunir a Messi, Neymar y Mbappé en un mismo vestuario, la Champions no ha pisado la capital francesa. Y eso escuece, más cuando Kylian contempla desde la distancia cómo el club que suspira por su ficha, en el que aspira a recoger el testigo de Benzema, sigue acumulando coronas continentales, a la par que la propiedad catarí amontona decepciones y enfados que trascienden y les dejan en mal lugar.

Pocos pueden poner en duda la clase del ‘10’ de Francia, a quien únicamente un contrato mareante ata al PSG y por quien Florentino Pérez sería capaz de lo que menos se pueda esperar. Gol, fuerza y potencia física, clase, regate, galones, compromiso... Estas y otras muchas cualidades se reúnen en un físico portentoso, el de quien se sabe elegido para hacer cosas muy grandes, con toda una carrera todavía por delante y un segundo Mundial –o más– en el horizonte. Y si no es en Qatar, será más adelante.