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A mi edad ya tengo pocas inquietudes vitales, o políticas, o sentimentales. Ignoro si es un síntoma de ancianidad, pero lo que tengo desde hace tiempo son inquietudes gramaticales. Por ejemplo, me da la impresión, que no he querido verificar por si acaso, de que cada vez utilizo más la conjunción causal porque, esa que explica los motivos y razones de lo dicho mediante una oración subordinada. Y aunque a menudo la sustituyo por expresiones similares como ya que, debido a, puesto que, dado que y demás zarandajas explicativas a fin de diversificar, me sigue abrumando un poco la cantidad de porqués que me salen en un texto breve. Por qué tanto porqué, me pregunto. Mira que si se me ha metido en la cabeza, sin darme cuenta ni voluntad alguna por mí parte, explicar los porqués de todo.

Grotesca pretensión, desde luego, qué se habrá creído este tío. Visto que también utilizo bastantes conjunciones adversativas, tales pero y aunque, el malestar gramatical se agrava, porque (¡otra vez!) si a la manía de explicarlo todo unimos la de poner peros a todo, aunque sea algo muy periodístico, es muy malo de aguantar. Puede que sea la edad, y aunque no me molesta ser un viejo cascarrabias, si el cascarrabias es también didáctico y explicativo ya me jode más. O quizá padezca sobrepeso de conjunciones, un exceso de jodidas conjunciones, y produzco más sobre la marcha de las que puedo consumir. Ubicar, quiero decir. Ni idea, de ahí el porqué de la inquietud gramatical mencionada. Demasiados porqués. ¡Y respondidos, para colmo! Tuve una novia hace muchos años que siempre preguntaba el porqué de todo; igual me ha quedado la costumbre de intentar complacerla. También leí hace años El porqué de todas las cosas, del teólogo dominico del siglo de oro Andrés Ferrer de Valdecebro, erudito en simbología animal, en edición del profesor Bernat con prólogo de Georges Beaumatín, prestigioso historiador de la muerte. Bueno, esto último no lo tengan en cuenta, porque seguramente no tiene nada que ver con mi abuso del porqué. En fin, que me alarma haberme vuelto tan fastidiosamente explicativo. Espero que no sea un rasgo de estilo, porque sólo me faltaría tener rasgos de estilo a estas alturas.