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Llevamos casi una legislatura escuchando denuncias, quejas y refunfuños mediáticos acerca de la gran cantidad de basura parlamentaria que se genera en el Congreso de Diputados, y que al no poder ser recogida con la suficiente rapidez, desborda y se pudre en las aceras de toda España con el hedor insoportable que es de imaginar. Basura de élite, basura de alta gama, pero no menos hedionda. Las críticas a esta acumulación de basura infecta se han recrudecido mucho estas últimas semanas, con las marranadas del grupo de ultraderecha contra la ministra de Igualdad, al punto de que los propios diputados, o su mayoría, no la pueden soportar. Lo que paradójicamente provocó un incremento de la basura parlamentaria, pues al verse obligado el PP a defender a la odiada ministra de los soeces ataques de Vox, realmente pornográficos y obscenos, añadió más basura diciendo que con ellos le estaban salvando la vida.

Sin contar que las diatribas y quejas contra la basura, al ser ellas mismas basura, casi siempre acaban multiplicando la montaña de basura, como les adelanté el mes pasado al explicarles las leyes de la basura. Y no digamos si se trata de basura de alta gama, que se reproduce por sí misma, por mero contacto. ¿Y qué hacer ante semejante basurero institucional, que contagia y se extiende al resto de instituciones? Me temo que soluciones no hay ninguna, por lo que no habrá más remedio que recurrir a soluciones inteligentes. Es decir, tecnológicas. Y precisamente la semana pasada, qué casualidad, me enteré por este periódico de que expertos en gestión de residuos habían presentado el último avance en contenedores inteligentes, los más idóneos para basura inteligente, de élite, o dicho de otro modo, basura de clase dirigente.

Esto me dio que pensar. Mira que si por ahí estuviera el remedio. Parece que estos innovadores contenedores, que funcionan con tarjeta o llave electrónica, no sólo permiten cobrar al usuario cada vez que deposita una bolsa de basura, que eso sí que es inteligencia, sino que paralelamente crearían un archivo de datos personalizados sobre quién, cuándo y cuánta basura desaloja, y de qué tipo. Acaso su mera instalación en el Congreso ya sería disuasoria, y si no, por lo menos sería inteligente. Al nivel de esa basura parlamentaria de alta gama.