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Parece ser que por debajo del griterío de la actualidad, del ruido, la furia y las noticias falsas, hay un murmullo a menudo ininteligible, pero que hasta un sordo como yo puede percibir, que sólo los más expertos aciertan a interpretar y traducir. Los psicólogos nos avisaron hace tiempo de que si un sujeto tiene comportamientos deplorables, maleducados, caprichosos o agresivos, y no para de joder a todo el mundo, no es porque sea un cabronazo. Las cosas nunca son lo que parece. Son, mira por dónde, lo contrario, tal como ya sabíamos por las novelas policíacas. Así que, frecuentemente, ese aparente cabronazo no es tal, sino que en realidad está pidiendo ayuda desesperadamente, y sus desplantes y bribonadas son llamadas de socorro que no sabe cómo expresar. Para echarse a llorar de compasión, sí. A esta idea psicológica de que todo es al revés de lo que parece, tan útil para los guionistas de series y que permite vertiginosos giros de guion, se apuntaron también sociólogos y politólogos, que para explicar el grave declive de las democracias y el crecimiento de ultraderechas nacionalistas, así como el éxito de tantos demagogos populistas, recurren a señalar que no es que numerosos votantes sean así de fanáticos y agresivos (en EEUU, Gran Bretaña, Francia, Italia, etc), sino que se sienten desamparados y abandonados por las élites dirigentes, y su murmullo es también una petición de auxilio. Escuchamos esta interpretación (del murmullo de marras) con Trump en EEUU, en el Reino Unido del ‘Brexit’, con Bolsonaro en Brasil, en la Francia de Le Pen y los chalecos amarillos y cómo no, en la Italia de Meloni que parece añorar a Mussolini. De modo que además de tener que aguantar tanta demagogia nacionalista (le llaman populismo), también hemos de oír que no se trata de fachas, sino de gente que se siente muy dejada de la mano de Dios. El murmullo paralelo. Es decir, sobre soportar ese murmullo, hay que tragarse sus interpretaciones expertas. No sé. Acepto que a veces las cosas no sean lo que parecen, pero sin ánimo de contradecir a nadie, en la inmensa mayoría de casos eso es exactamente lo que son. Y ese antiguo murmullo se reconoce de lejos.