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Leo en titulares que la Conselleria de Mobilitat ha acordado modificar en algunos aspectos el VAO de la autopista del aeropuerto a sugerencia de los ‘sectores afectados’.

Tal vez debiera decir de los sectores beneficiados, porque afectados, en realidad, somos todos los demás.

Iván Sevillano se frota las manos con el cisco que ha conseguido organizar. Cumple su objetivo, hacer la vida más difícil a los ciudadanos que utilizan su vehículo particular o profesional por obligación. En cambio, vía libre a quienes llegan de vacaciones y toman un taxi para adentrarse en Palma y continuar gentrificándola a gusto, a los ecológicos autocares y a quienes tienen el privilegio económico de poder adquirir un vehículo con etiqueta cero emisiones.

En cambio, si es usted un pérfido pringado de clase trabajadora que circula solo en un utilitario camino del curro, merece la condena de perder horas de sueño para gastarlas en el embotellamiento de primera hora y alimentar su estrés. Por cierto, los embotellamientos contaminan, o al menos eso era lo que nos vendía el propio Sevillano cuando impuso los 80 km/h en la vía de cintura con el loable fin de esponjar el tránsito y hacerlo más fluido y más verde.

Y la cosa no acabará así, porque el sadismo contra los pobres es adictivo, de manera que el conseller ya ha anunciado que habrá más VAO y, claro, más ‘sectores afectados’. Lo ideal, en cambio, sería que él mismo fuera un sector afectado el 28 de mayo de 2023 y tenga que ponerse, por fin, a trabajar.

Transcurrida una semana desde la representación de la fantasía preelectoral del trambadia –un clásico de la izquierda desde 2009– vienen los análisis más sosegados. En primer lugar, y por pura higiene intelectual, hasta que no lo vea ejecutado, no me lo creeré. A mí también me gustaría volver a la coqueta Palma de 1958 y mantener el tranvía como medio de transporte público, pero eso nada tiene que ver con el proyecto presentado.

Lo que nos anuncian, en cambio, más allá de infografías y vídeos de realidad virtual, es un plan para beneficiar exclusivamente a unas pocas barriadas del levante palmesano y sin ninguna utilidad práctica en el núcleo duro de la ciudad, compuesto de casco antiguo y ensanche, incluyendo Santa Catalina, donde se concentra la mayor parte de la población. Teníamos un metro cojo, de una sola línea, y nos aprestamos a tener un tranvía manco.

En cambio, va a haber, como en el caso del VAO, multitud de sectores afectados. Para empezar, circular por las avenidas en sentido hacia el mar va a resultar, con un solo carril para vehículos privados, misión imposible. A ello, debemos sumar el sacrificio de centenares de plazas de aparcamiento desde Escola Graduada hasta la Porta des Camp, muchas de ellas refugio de vehículos de residentes en nuestro centro histórico. Dónde piensa meter estos coches Hila es una pregunta incorrecta, porque lo que quiere nuestro sagaz alcalde es que usted deje de tenerlo y así se ahorra una pasta. Quien acostumbra a viajar a lomos de coche oficial tiene tiempo de pensar estas tonterías, ya ve usted.

Palma va a convertirse en un gigantesco campo de reeducación anticapitalista, en el que nuestros sabios dirigentes progres continuarán esforzándose en el duro oficio de tratar de domesticarnos.