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Entendiendo aquí por fantasmas, además de espectros vivos o muertos, también diablos, espíritus malignos, monstruos, dioses, dragones, hadas y toda clase de criaturas mentales fantásticas, casi siempre muy tenues. Los fantasmas no existen, pero eso carece de importancia, porque igualmente constituyen el mayor invento de la humanidad, el hallazgo decisivo y simbólico. Superior incluso a los más imaginativos objetos materiales sin los que no habría civilización, como la cuchara, el batín, el cuchillo, el bastón o, lo citamos en honor a Stevenson, el célebre revolver Webley. De hecho, la humanidad siempre ha visto cosas que no existen, desde mujeres bellísimas y amores eternos, a extraterrestres, y sin ellas la vida sería imposible. Una miserable pérdida de tiempo. La cultura se lo debe todo a los fantasmas; sin la capacidad de ver fantasmas y cosas que no hay, y ponerles nombre, seríamos animales. Más animales aún, quiero decir.

La literatura, el arte, las religiones, la filosofía y hasta la ciencia, jamás habrían existido sin fantasmas y criaturas sobrenaturales, que si bien carecen de existencia física, se aparecen aquí y allá. A millares, en todos los idiomas y culturas. El listado de fantasmas de la mente sería interminable. No se alarmen si les digo que también son la medida de la inteligencia, y en lugar del test de Turing, muy fallón, para determinar si una máquina es inteligente, habría que aplicar el test de fantasmas. Que la IA ve fantasmas, es inteligente; que no, es un trasto cibernético. Un robot anticuado. Y lo mismo vale para los científicos del SETI, que llevan medio siglo buscando en el cosmos inteligencia extraterrestre, y nada. Si una especie de tal galaxia remota ve fantasmas, demonios o espíritus malignos, señal de que es inteligente; si no, son tontos por más desarrollada que esté su tecnología. El fantasma no sólo es el gran invento de la humanidad, sino la madre de todos los demás inventos habidos y por haber. Ideados precisamente, en su gran mayoría, para protegernos de esos fantasmas de la mente. Monstruos, diosas, ángeles, zombis, hechiceras, etc. Maléficos casi siempre, aunque los benéficos son más peligrosos. No existen, pero y qué.