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El verbo fabular no es sinónimo de mentir. Significa alterar la realidad para alcanzar la fábula o los ansiados mitos. Igualmente el adjetivo malévola se refiere a una expresión malintencionada. Pues bien, con la fábula y la mala intención, el independentismo catalán ha forjado la exclusión catalana de América española. Con la llamada exclusió, una independentista, cuando hace unas semanas le recordé la fiesta de la Hispanidad, me respondió: –¿Hispanidad de qué? Los catalanes fuimos excluidos de América. Esta falsa afirmación deriva de un error alimentado maliciosamente por el nacionalismo catalán desde finales del XIX, que no tiene más objetivo que el de aumentar los falsos agravios de España a Cataluña.

En 1992 me llamó Santiago Pi Sunyer, como presidente de la Comissió Amèrica i Catalunya. Siguiendo el consejo de Miquel Batllori, quería encomendarme un estudio-investigación sobre la dichosa exclusió. Acepté. Me fui al Archivo de Indias y un mes después regresé ilusionado. Había descubierto al primer mallorquín que fue a las Américas y a la tira de catalanes y mallorquines que allí se trasladaron entre 1492 y 1512, o sea durante los veinte primeros años de la conquista. Más aún, descubrí la sentencia por la que unos menorquines son reubicados en Guatemala, «por ser súbditos de la Corona de Aragón», anulando la orden de expulsión dictada por el gobernador de aquellos territorios.

¿Qué feim ara? Se preguntaban los mandamases del catalanismo. Me publicaron el libro, pero con el título un tanto equívoco. La debatuda exclusió. No falsearon la verdad, no quitaron ni una coma, pero dieron por hecho que el tema seguía a debate, y el libro se perdió entre los fondos bibliográficos de la Generalidad. Lo presentamos en Palma y poco éxito tuvo. Se vendieron algunos ejemplares.
Esta es la triste realidad. La fábula malévola continúa, y si no, vayan a los libros de texto de Catalunya. Triste, muy triste. Veremos si los diputados de la Comisión Europea lo arreglan.
Lo cierto es que catalanes –recordemos a Pere Margarit– y no pocos mallorquines, como Estéfano Nicolau, participaron desde el segundo viaje colombino, en la conquista, colonización y sobre todo en la llamada «carrera de Indias», o sea en el comercio marítimo, que acrece durante los siglos XVII, y en especial el XVIII y XIX, gracias a la pérdida del monopolio de los puertos, de Sevilla y de Cádiz, que tenía que ver con la tributación a la Corona, no con la «exclusió». Con el comercio americano, Cataluña doblará su población durante el XVIII. El dato se ha perdido, claro está.
Hubo tiempos de exclusión, bien porque los castellanos tenían las Indias como propias de la Corona de Castilla, y así era, bien por el dominio que del Mediterráneo Occidental ostentaban los turcos durante la primera mitad del XVI, pero desde el 1525 Carlos I reconoce expresamente como españoles en Indias –no extranjeros– a los catalanoaragoneses.

Así las cosas, en el XVII veremos a mallorquines participando en las primeras incursiones a Texas desde Nuevo México. Recordemos a Damià Massanet. Y en el siglo XVIII los veremos con Junípero Serra en la conquista de California, junto al capitán Gaspar de Portolá y su compañía de voluntarios catalanes. Y recordemos que incluso se les daría nombres catalanes a ciudades como Barcelona en la actual Colombia. ¿Terminará tanta malévola fabulación? Ustedes verán.