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Como sin duda recordarán, el ello, el yo y el superyó son los componentes del artefacto psíquico que inventó Sigmund Freud, gran literato, cuando intentaba encajar su teoría del psicoanálisis. Y no es preciso que existan (de existir mi ello, es tan tenue y flojeras que ni me he enterado) para apreciar que en los últimos tiempos cada vez hay más gente en serias dificultades con sus ellos. No estamos hablando de salud mental; una cosa es la mente y otra es Freud. No hay que confundirlas. Según él, el ello es lo innato, lo más primitivo, donde residen las pulsiones y deseos. Sólo entiende de miedos, satisfacciones y placeres, gustos o disgustos, y todo lo demás le da igual, razón por la que siempre está en perpetuo conflicto con el yo y superyó, que aunque no mucho, a veces razonan. «El ello es el núcleo de nuestro ser», remachó Freud, que a la vista de sus obsesiones sexuales, su afán de mando y notoriedad (no toleraba las opiniones ajenas) y su afición por la cocaína, los puros y los animales disecados, tenía un ello de proporciones gigantescas, un núcleo de padre y muy señor mío. Debió ser este ello colosal el que escribió más 1.500 cartas a su novia, la pequeña y pálida Martha, hija de un rabino, con la que luego de casados tuvo seis hijos. «Te ruego me digas qué tal estás de aspecto, si has engordado», inquiría ansioso el ello de Freud. Su yo nunca habría dicho esa ordinariez, y mucho menos su superyó, que era como un sargento de brigada, pero el ello, ya se sabe, va a la suya. Hasta al padre del invento tenía problemas con él. El superyó, que según el diagrama psíquico de Freud se esfuerza en contrarrestarlo (viene a ser como un cura, o una severa gobernanta) con ayuda del puto yo propiamente dicho, se las ve negras para lograrlo. Y eso que Freud tenía un superyó superlativo. Ahora parecen alfeñiques, o es que a la gente le ha engordado mucho el ello, y ya no hay quién lo controle. Sobre todo a los políticos, financieros, inversores y grandes empresarios, cuyas pulsiones gobiernan el mundo. Qué primitivo. Me temo que tenemos problemas con el ello (el núcleo, ojo), y no digamos si es un ello digital. Porque ahora los hay así, y en abundancia. Mal asunto.