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Solo hay una cosa que debería molestar más a un defensa central durante un partido que ver cómo le hacen un túnel: que lo intenten. La humillación pública siempre es soportable. Lo que piense el público de uno a posteriori no debería importar a nadie. Lo que opine previamente su oponente ya es otra cosa. Hace unos días, los jugadores del Madrid le hicieron un rondo de todo el campo a los del Barsa durante unos minutos y lo único que pudieron hacer estos entre la rechifla general fue correr detrás de la pelota para intentar recuperarla. Por suerte, lo consiguieron y la cosa no pasó a mayores. Hace unos días también, después de ver como su rival, el gran maestro Rauf Mamedov, iniciaba la partida moviendo su peón de rey dos casillas, el campeón del mundo de ajedrez, el noruego Magnus Carlsen, le respondió adelantando otras dos casillas su peón de alfil, una jugada que no realizaría ni un principiante, y aquí terminó la historia, porque el azerí se levantó y se fue.

Hay deportes en los que te puedes ir y deportes en los que no te puedes ir. El fútbol es de los que no. Toca aguantar que te pierdan el respeto haciéndote un túnel y correr como un loco detrás de la pelota como cuando te hacen un rondo. Como compensación, a un jugador de ajedrez no se le toleraría jamás que se le escapara accidentalmente una patada por debajo de la mesa. Si Mamedov llegó a pensarlo, Magnus demostró ser el más listo incluso en eso. La partida era online.