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Algunos emprendedores isleños siguen a jóvenes pioneros que rescataron no hace mucho la vieja fórmula de ese producto histórico llamado hidromiel para elaborarlo con nuevas técnicas y sacarlo al mercado. Esta bebida de dioses, dice la tradición, artesanal, poco atractiva para las distribuidoras por no tener mercado masivo, quizá sea consumida por minorías exquisitas. La bebida que no está en las estanterías de los súper no tiene mucha salida, pero hay que intentar encontrarla, probarla y reconocer la imaginación y la valentía de estos atrevidos que utilizan como base la miel, sustancia que existe como alimento antes de que el hombre fuera hombre. Confieso mi adicción mañanera a la miel, especialmente a la de encina, y la preocupación por un titular inquietante que me ronda la cabeza: ‘Mallorca se queda si miel’. Lamentan los apicultores el efecto devastador de la sequía, el calor excesivo, la falta de alimentos, además de las plagas biológicas que diezman las colmenas y la insensatez humana de usar mejunjes químicos que matan abejas, insectos vitales para la almendra, por citar algo cercano. Se investiga si también influyen en polinizar la flor del olivo además del viento. La UE ha prohibido un par de insecticidas relacionados, profesionales isleños seleccionan reinas para mejorar la especie melífera, ecologistas promueven campañas de salvación, se recomienda proteger las colmenas urbanas… Hay mucha preocupación. En fin, sé lo que la colmena hace por mí, lo que yo puedo hacer por la hidromiel, pero no sé qué hacer por la abejas. Que alguien me lo diga.