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Parece que además de ucraniana y muy fiscal, vamos a tener otra semana catalana, con los duelistas ERC y Junts, a su vez socios del Govern, intercambiando mandobles furibundos en los informativos para dirimir quién es más catalán, y protagonizando portadas incendiarias. Furia catalana, en fin. Recordarán que Junts, la vieja Convergència donde manda ese caudillo que huyó como un cobarde tras declarar la independencia, sorprendió la semana pasada presentando una moción parlamentaria de confianza al Govern del que forman parte, una cosa jamás vista en lugar alguno, en milenios de astutas maniobras políticas, y el president Pere Aragonès, de ERC, se vio obligado a destituir a su vicepresident Jordi Puigneró, de Junts, por deslealtad manifiesta y traicionera. Este ataque a uno de sus cabecillas, calificado de «error histórico» por Junts (en Catalunya todo es histórico), encolerizó enormemente a las huestes del fugitivo Puigdemont, muy coléricas ya por la caída de Laura Borràs, expresidenta del Parlament, tras ser imputada por corrupción. Y aunque ni uno ni otra se parecen a Roger de Flor, líder asesinado de los almogávares, muchos observadores temieron que, al histórico grito de «¡Desperta ferro!», se desatase la venganza catalana y arrasaran toda Macedonia. Es decir, el Govern, la Generalitat y cuanto pillasen por delante. Al final no fue así, y sólo dieron a sus socios de ERC un ultimátum. O ceden, o se consultará a la militancia. Parece que nuestros líderes actuales ya no se eligen para que decidan, sino para que convoquen y consulten a las bases cuando las cosas se ponen feas. Razón por la cual esta semana será muy catalana, y el duelo continuará. ¿Qué duelo? Se suele decir que el conflicto entre independentistas reside en que Junts es más unilateral, y ERC más pragmático, pero no se lo crean. Sólo se trata de saber quién manda. Porque cuando Puigdemont dudaba entre convocar elecciones o declarar la independencia, Junqueras y la llorosa Marta Rovira le montaron una manifestación que gritaba traidor bajo su ventana. Hicieron entonces lo que ahora les hacen a ellos. Mostrarse más catalanes que nadie. Lo que los viejos convergentes de Junts no pueden soportar es que, inexplicablemente, mande ERC. No les cabe en la cabeza. Y naturalmente, se están vengando.