Cuando el ministro Escrivá propuso por su cuenta que había que recentralizar el sistema fiscal, a la vista de la decisión de J. M. Moreno de suprimir el impuesto de patrimonio, izquierda y derecha se le echaron encima por razones distintas: unos, por la necesidad de agradar a sus socios nacionalistas, y otros, por lo que tenía de invasión de sus competencias. En realidad, de lo que Escrivá se quejaba sin pretenderlo era del guirigay en que se ha convertido España en este largo proceso de cuarenta años en los que, traicionando el espíritu de la Constitución, se le abrieron grietas por donde se fue vaciando el Estado de competencias, incluidas las que le correspondían en exclusividad, que fueron a parar a las CCAA. En aquellas donde gobernaban los nacionalismos, lo aprovecharon para crear estructuras de Estado, condicionar la gobernabilidad de la nación y avanzar en su desmantelamiento hasta hacerla invisible en su predio. Este proceso, sorprendentemente, se produce en el seno de uno de los países más descentralizados del mundo.
El guirigay territorial
Palma28/09/22 3:59
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