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El calendario diluye el debate anual sobre la saturación turística y ahora toca enfrentarse a los problemas más inmediatos: la desaceleración económica, que por mucho que se pretenda minimizar es el paso previo a la recesión; una inflación que persiste por encima del 10 %, que castiga sueldos y ahorros, vacía la cesta de la compra, encarece la vuelta al cole y coadyuva a mantener en cifras al alcance de los menos las facturas domésticas de la luz y el gas, y después de que Europa ya explicite reducciones porcentuales de consumo con carácter obligatorio las restricciones del suministro adquieren visos de realidad; sin olvidar las urgencias provocadas por la falta de viviendas y las carencias en materia de infraestructuras, las viarias en primer lugar: no harán falta turistas para acumular los atascos de sobra conocidos.

La relación no pretende ser exhaustiva, si se añadiera la Palma de José Hila sería interminable, sino únicamente apuntar déficits que afectan al día a día. Sin embargo, instituciones como el Consell de Mallorca se enfrascan de nuevo en la subvención al Mallorca, con la misma pregunta todavía sin respuesta: por qué tiene tanto interés el PSOE, con el apoyo de Podemos, en aportar tanto dinero al club de propiedad norteamericana. Tras la primera trifulca con Més por la promoción turística ha habido que añadir a los agraciados con dinero público al otro club futbolístico de referencia, el Atlético Baleares, de propiedad alemana. Y para poder presentar la opaca iniciativa como apoyo al deporte se incorporan otra serie de entidades, algunas de deporte base, las únicas que justificarían la subvención. Los promotores defienden el proyecto por su supuesta vinculación a la difusión de los valores del deporte y de la sociedad mallorquina, como la cohesión social, derechos públicos, sostenibilidad y fomento de los productos locales. Insuperable. La cohesión social debe referirse al entrenador mexicano y al crisol de nacionalidades que conforma la plantilla en la que los locales son fáciles de contar por escasos; los derechos públicos quizá sean los de los socios que pagan abultadas cuotas por su localidad; y la sostenibilidad y los productos locales, como no sea que planeen mostrar a los bien remunerados profesionales comiendo ensaimadas y quartos embatumats es complicado adivinar el significado de la propaganda con la que pretenden explicar lo inexplicable.

Al final, la verdad es que la crisis entre los partidos que gobiernan el Consell de Mallorca poco importa ante la magnitud de los retos que los ciudadanos han de afrontar, uno entre tantos, el coste de la llamada «excepción ibérica» a los precios de la energía de la que Pedro Sánchez se enorgullecía en el Senado en el truculento cara a cara con Alberto Núñez Feijóo: el gobierno repercute el coste del tope al precio del gas en la factura de la electricidad de los hogares con contratos del mercado regulado, casi el 60%, factura que ya se ve sensiblemente incrementada.

El nerviosismo de Sánchez por remontar las encuestas malogró un debate que podría haber aportado algunas certezas y el presidente solo consiguió mediante el desparrame de invectivas contra Feijóo y las «grandes corporaciones» mostrarse como el único y auténtico heredero del Pablo Iglesias más radical.