Probablemente se habrán fijado que cuanto más se complican las cosas, y todo empieza a ir de mal en peor, más nos insisten los poderes públicos, y los predicadores televisivos y digitales, en que hay que plantar cara, afrontar esto y lo otro, mantener el tipo, estar a las duras y a las maduras, etcétera. ¡Plantar cara! ¡Afrontar! Tal vez hubo épocas en las que tal comportamiento tenía algún sentido, y era signo de valentía y dignidad humana. Pero ahora, y desde hace décadas, visto que lo que hay que afrontar está muy por encima de nuestras posibilidades, y para nada depende de nosotros (retos globales, se llaman), es una soberana tontería. Hace tiempo que yo no planto cara, ni afronto nada; me escabullo. Me escabullo bastante bien, soy bueno en eso, aunque no tanto como los grandes maestros de la escapatoria y el escaqueo, en su mayoría chinos del siglo XV. Ya en el clásico A la orilla del agua, que narra las aventuras de los 108 forajidos de la ciénaga Liangshan, se repite a menudo la máxima «De las 36 maneras de salir del apuro, la mejor es escabullirse».
El gran arte de escabullirse
Palma09/09/22 3:59
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