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Nos lo dijo Alfonso Guerra hace cuarenta años: «El que se mueva en la foto, no sale». Era por entonces, recién llegado a la política, el segundo en el poder del Gobierno de la nación. Cumplía el papel de niño malo, y quería a los suyos quietos y sin rechistar. Cuando ahora, ya sin poder, ha criticado al mandamás Pedro Sánchez, su palabra solo ha dado para algún chiste. Tan seguro se siente Sánchez que ni tan siquiera la crítica de sus antecesores le afecta. Pensará que es pura envidia de los nostálgicos.

Desde el poder la crítica es silenciada, pero siempre habrá valientes dispuestos a dar la cara, con independencia de los efectos que produzca su hazaña. Y lo digo a la vista de un reciente acontecimiento, como el de la defenestración de Juan Carlos Sastre, jefe de contratación del Ayuntamiento de Palma. No entraré en la bondad o supuesta maldad de la decisión municipal. Para esto tenemos a los jueces. Pero quiero recordar que en nuestro Ayuntamiento capitalino no constituye un caso aislado. Pienso en mi admirado don José María Conrado, que allá por los años cincuenta del pasado siglo, como secretario general de la Corporación municipal de Palma hizo una advertencia de ilegalidad en relación a un acuerdo a adoptar. Tal advertencia paralizaba cualquier decisión política. Le llamó el gobernador civil, que mandaba mucho –Pardo de Santayana– que lo tuvo retenido unas horas. Luego se asustó ante el error y lo devolvió al Ayuntamiento. Eran los tiempos en que Francisco Franco desconfiaba de los políticos y el contrapeso del funcionario de carrera era fundamental para preservar la legalidad en la Administración.

Más adelante, ya muerto el Caudillo y camino de la Democracia, recuerdo aquel caso de un funcionario enviado al Archivo municipal porque se oponía a contratar a la empresa INUSE propiedad de un concejal para cuidado de los jardines. Nadie se movió. «I aquest què vol?», se preguntaban. Como también recuerdo el de los funcionarios de Capdepera, encerrados por su alcalde en un armario. Solo la rápida intervención de un juez –Calvo Cabello– les salvó de su humillante situación.

¿Y ahora qué sucederá con Juan Carlos Sastre? Me imagino que nada. Algún que otro reportaje más. Crítica de la oposición municipal, pero indiferencia generalizada. Lamento que José Hila, el alcalde, no haya clarificado sus decisiones al respecto. Le afectan de lleno y creo que no ha meditado el daño que quizás pueda ocasionarle la situación. Hoy ya no importan las advertencias de ilegalidad del funcionariado, que durante el franquismo suspendían los actos administrativos y ahora en democracia resultan irrelevantes. ¿Por qué? ¿Será porque los políticos hoy son elegidos por el pueblo soberano? ¿Esto les hace libres de sospecha o culpa?

Acabo de recibir un video de José Manuel Serrat. Nunca fue tratado de facha. No sé hoy. El hecho es que nos advierte de la pérdida de valores y de las miserias de nuestra sociedad dominada por la corrupción. El video corre por las redes, al igual que el de la juez Mercedes Alaya pidiendo la pena de prisión para los culpables de prevaricación. La corrupción sube más que los precios. ¿Comprenderán los político, que su profesión está más manchada que nunca y de que más que nunca deberían dar cuenta de sus actos.