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Hace justamente un año, escribí una columna titulada ‘¿Qué pasa en Túnez?’. En ese artículo de opinión dibujaba un paisaje muy gris de la situación de nuestro país vecino y vaticinando un futuro más espantoso debido a todo lo que estaba sucediendo. Por desgracia, los malos augurios se han cumplido y la democracia se despidió del país la semana pasada.

El 30 de junio, el presidente tunecino publicó un proyecto personal, un proyecto de constitución para llevarlo a referéndum. Este borrador publicado por primera vez consagra al estado como único validador e intérprete de la ley Sharia musulmana y se autoproclamó el único capaz de llevarla a cabo entre los musulmanes. Para tener el control absoluto, se aseguró de eliminar la separación de poderes y la supervisión institucional. Este borrador recibió el rechazo del comité constitucional que fue elegido a dedo por el propio presidente y definieron el proyecto como una «constitución autoritaria, escrita por una sola mano que supone un insulto a la dignidad y los logros del pueblo tunecino».

El referéndum convocado por el ‘Bolsonaro del Mediterráneo’ tuvo lugar el 25 de julio, y la participación no superó según las autoridades el 27 % de participación; pero la alta autoridad ‘independiente’ para las elecciones se jactaba de que el 94,6 % de los electores apoyaban la nueva constitución. El resultado anunciado por tanto no cumple los criterios para considerarse un referéndum válido por parte de la comunidad internacional. Pero eso es otra historia.

La constitución entró en vigor enseguida después de proclamar los resultados, lo que supone que Túnez ha regresado a la dictadura después de once años de luchas internas, de elecciones fallidas e injerencias de los países del golfo. La esperanza de la primavera árabe que nació en el país vecino en el 2011 acaba de esfumarse con la aprobación de la carta blanca por el presidente Kais Saied.
La nueva vía política que se va a trazar en el país a partir de ahora obliga a estar atento desde el otro lado del Mediterráneo y todo el continente europeo. La caída de la democracia es un aviso y una alarma ante un futuro inquieto en la zona y que nos afecta directamente.

Espero que el año que viene escriba un articulo más alegre sobre el país vecino y con el anhelo de que 73 % de la población que no ha votado, tenga un plan para restaurar la normalidad y la democracia en el país. Mientras tanto no dejo de preguntar: ¿Qué ha pasado en Europa para que pierda su influencia en el norte de África y qué países tan alejados influyen tanto en países vecinos como Túnez?