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Los secretos oficiales son una cosa que da empaque. Los señores que gobiernan saben cosas que nadie más sabe. Ponen cara de ‘¡ay!, si yo te contara...’ y ahí se queda cualquier ciudadano con la mosca detrás de la oreja y sin explicación posible a por qué se han tomado determinadas decisiones. Es un gesto que comparten expresidentes y exministros. Cuantas más materias sean misteriosas hay más espacio a que el gobernado piense que le están tomando el pelo en el entramado de servicios secretos, alta seguridad y villarejos de todo tipo. Ahora el Consejo de Ministros ha aprobado una primera versión de ley para que los secretos del Reino de España lo dejen de ser a los cincuenta años. El avance está en que, hasta ahora, nunca lo dejaban de ser. Jamás.

De prosperar esta redacción se podrán averiguar datos clave que afectan a las primeras temporadas de Cuéntame, al baño en Palomares de Fraga y al asesinato de Carrero Blanco. Todos ellos asuntos que hasta ahora han sido aclarados gracias a los archivos de la CIA. Los partidos que apoyan al Gobierno quieren que los plazos sean más cortos para avanzar varias temporadas de secretos. La oposición critica que quien vaya a decidir sobre qué se puede y qué no se puede contar sea elMinisterio de la Presidencia y no el de Defensa.

Por el momento no se detalla cuál es el mecanismo para decidir si un dato compromete o no la seguridad nacional y bajo qué criterios, que debiera ser lo más importante del asunto o qué controles pondrá el Estado para que no se abuse de la opacidad. Un poco de secreto es necesario, se admite pero es de temer que se mantenga demasiado. Tampoco habrá aliens en Zamora, digo yo.