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Voy a una tienda de ropa para adolescentes. No es fácil elegir algo para una hija de quince años, que tiene las ideas claras y los gustos bien definidos. Sin embargo, me arriesgo. Miro el escaparate. Recorro los estantes, observo modelos y colores. No tardo en hacerme un lío. Por un momento siento la tentación de recurrir a una videollamada para mostrarle la ropa en la pantalla del móvil y zanjar el asunto, pero me retengo. ¿Cuándo he olvidado que las sorpresas son un ingrediente de los regalos?
Por fin me decido. Pido la ayuda de una dependienta y le pregunto qué tallas hay del vestido que he elegido. La chica me mira con expresión de sorpresa, mientras afirma con rotundidad: «Todo es talla única». Me quedo boquiabierta.

Se ha instaurado la uniformidad de los cuerpos. Alguien ha establecido que todas las adolescentes de nuestro mundo tienen que tener las mismas medidas corporales. Mi hija, como otras, encaja en esos estándares. Pero, qué ocurre con todas las demás? Me refiero a los miles de adolescentes que no pueden vestir siguiendo la moda simplemente porque no se fabrican tallas para ellas. Chicas muy jóvenes, llenas de dudas, complejos, miedos adolescentes, que ven acentuada esa sensación de inseguridad al asomarse a una tienda de moda.

Habría que explicarles que la belleza va más allá de una cuestión de Voy a una tienda de ropa para adolescentes. No es fácil elegir algo para una hija de quince años, que tiene las ideas claras y los gustos bien definidos. Sin embargo, me arriesgo. Miro el escaparate. Recorro los estantes, observo modelos y colores. No tardo en hacerme un lío. Por un momento siento la tentación de recurrir a una videollamada para mostrarle la ropa en la pantalla del móvil y zanjar el asunto, pero me retengo. ¿Cuándo he olvidado que las sorpresas son un ingrediente de los regalos?
Por fin me decido. Pido la ayuda de una dependienta y le pregunto qué tallas hay del vestido que he elegido. La chica me mira con expresión de sorpresa, mientras afirma con rotundidad: «Todo es talla única». Me quedo boquiabierta.
Se ha instaurado la uniformidad de los cuerpos. Alguien ha establecido que todas las adolescentes de nuestro mundo tienen que tener las mismas medidas corporales. Mi hija, como otras, encaja en esos estándares. Pero, qué ocurre con todas las demás? Me refiero a los miles de adolescentes que no pueden vestir siguiendo la moda simplemente porque no se fabrican tallas para ellas. Chicas muy jóvenes, llenas de dudas, complejos, miedos adolescentes, que ven acentuada esa sensación de inseguridad al asomarse a una tienda de moda.
Habría que explicarles que la belleza va más allá de una cuestión de tallas. La belleza es armonía, gracia, imperfección, personalidad propia en cuerpos muy diferentes. Alguien debería hacerles entender que las damas de Rubens serían calificadas hoy de señoras obesas, pero que la moda de la época aceptaba sus voluptuosidades como canon estético. El maravilloso Nacimiento de Venus de Botticelli retrata a una diosa bellísima algo entrada en carnes según la reglas actuales. Por el contrario, las top model de los 90 serían a menudo anoréxicas.

Una mujer bella tiene bellos la mirada y el gesto. También la sonrisa y el movimiento, la soltura que da la confianza en una misma, el encanto y el misterio y, sobretodo, la inteligencia.. La belleza es armonía, gracia, imperfección, personalidad propia en cuerpos muy diferentes. Alguien debería hacerles entender que las damas de Rubens serían calificadas hoy de señoras obesas, pero que la moda de la época aceptaba sus voluptuosidades como canon estético. El maravilloso Nacimiento de Venus de Botticelli retrata a una diosa bellísima algo entrada en carnes según la reglas actuales. Por el contrario, las top model de los 90 serían a menudo anoréxicas. Una mujer bella tiene bellos la mirada y el gesto. También la sonrisa y el movimiento, la soltura que da la confianza en una misma, el encanto y el misterio y, sobretodo, la inteligencia.