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Antes de la declaración de la pandemia, las masas que te obligan a obedecer a sus sabios administradores odiaban a los políticos. Ahora se sienten supervivientes rodeados de masas de muertos por un virus y salen no solo a aclamar sino también a mandar ellos mismos cual paramilitares sobre los desobedientes. Ahora es la escasez planificada que se presenta como nueva pandemia. Tras las acusaciones a Putin como cabeza de turco, vendrá en momento de la verdad. Muchos ni siquiera quieren admitir que el hambre es evitable, que somos ricos pero desean espiar del vecino. Antes de reconocer que los gobernantes disponen las cosas como quieren, las masas de adheridos se pegarán codazos por un litro de aceite hasta que un psicópata propagandista creará un nuevo chivo expiatorio, acusando al judío o al moro. Como dijo un señor gallego en Barcelona, un destacado albañil y hombre de buen humor: «Antes con Franco, si cantabas de noche, algún chivato te denunciaba pero hoy basta una foto y por eso salen chivatos a patadas». El futuro es obvio.

La gente agolpándose en colas antes que su maravillosa gobernanza les encuentre un líder que descubra al chivo expiatorio. Lo que define a ese sostén social de España es que no pintan nada pero aspiran a ser como sus amos a toda costa. Y como los amos nunca fallan, se creen de verdad que los separatistas o el masónico gobierna y no los amos y amas funcionarios. En España destaca la extinción de la ciudadanía. Los chivos expiatorios solo se fabrican para conformistas caínes de doble moral. Y para fieles de la ciencia ficción. Un ejemplo de desaparición del pueblo para mi nuevo libro: en un pueblo de la Andalucía profunda. Los nietos y descendientes de un señor hablan de su más curiosa acción. Eran los 40 y los fascistas asesinaban y fusilaban a gusto. Después siguieron porque recientemente también de vez en cuando se encuentra a un pastor muerto sin sangre en el cuerpo y la gente sabe que «alguien con dinero necesitaba un trasplante».

Y nadie investiga. ¿Quién iba a investigarlo? ¿Los antimachistas? Al señor le recuerdan por intentar convencer a matones y guardias adheridos de que no asesinaran a la gente. Tres generaciones después, un descendiente metido a policía explicaba a sus parientes cómo dio una paliza a un gitano. Y lo más importante: nadie le dice: «No des tantas palizas que a ti te dolería también». Nadie como su abuelo existe ya.