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Llevo 25 años viendo a Tony semanalmente, con que ahora que se ha jubilado eso me supone un pequeño vacío. Tony era uno de los dueños del gimnasio Body Power, al que llevo apuntado una eternidad; tanta que se me hace difícil asumir que la gente que aprecias pueda llegar a retirarse algún día. No prevés que pueda llegar ese momento como si su constante presencia en tus días impidiese de alguna forma que la gente envejeciese.

Tony es un auténtico pura sangre, un tipo vital, energético y cariñoso, que está más en forma que la mayoría de legiones de veinteañeros que pululan por la Isla. Añoraré sus magistrales selecciones musicales que inundaban cada rincón del gimnasio. Porque si de algo aparte del ejercicio físico sabía Tony, era de música. Le va todo: soul, jazz, reggae, funky, rock, country, etc. Dudo mucho que en esta materia se le pueda superar. Daba gusto entrar en el Body Power (con diferencia el gimnasio más adecuado para entrenar de toda Palma) e insuflarte con el vigor que imprimía la selección musical que Tony te servía en bandeja.

Cuando entré por vez primera en el Body Power jamás elucubré que pudiera permanecer tanto tiempo entre sus paredes. Llevaba entonces el cabello largo como un Sansón, pesaba 85 kilos, tendría 23 años y pagaba la cuota de un solo día. Algo que hacía en aquel entonces con frecuencia, seleccionando de ese modo los gimnasios que me dejaban la mejor impresión. Regresaba meses después, volvía a pagar la cuota de un día y me piraba. Sospecho que a Tony le caí simpático, tal vez pensó qué tipo más extraño. O no. En todo caso, queda como una linda anécdota que recordar. Después me establecí en la barriada y me apunté en el Body Power. Nunca volví a recorrer más gimnasios.