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Alguien dijo que la vida era una ecuación que no admitía errores, que se trataba de una operación perfecta que parte de la base de muchos borrones, hasta cierto punto admisibles, y de la actitud de ese volverlo a intentar sin perder la esperanza pero teniendo en cuenta que no se puede vivir en el error persistente; de lo contrario, uno estaría acabado por no haber frenado a tiempo el afán de urgencia e inmediatez que termina condenando a los incautos al yugo de la mala gestión y, en cierta manera, a la imposibilidad del todo.

Vivimos un momento que transcurre a una velocidad vertiginosa donde disponemos de toda la información que uno desee en el momento requerido, donde todo resulta en apariencia fácil e incluso absurdo. Todo ha cambiado y es efímero y pocas veces deja huella, incluso un perfume que está creado para desaparecer al instante y te incita a probar, de manera capciosa, nuevos aromas en los que hallar una identidad. A veces pasas por sitios que te recuerdan una época de tu vida y de pronto sientes la imperiosa necesidad de recuperar esa parte de tu vida porque esa es la supervivencia que uno llegado un momento vital necesita. Son pocas las cosas que se necesitan en realidad porque de pronto eres consciente de que disponemos de todo el tiempo del mundo cuando uno se relaja y, soltando el freno de mano que todos llevamos para interactuar con el resto, nos hallamos de pronto viviendo el eterno momento y absorbiendo todo lo que nos rodea dejando de ser uno. En ese preciso instante se roza la felicidad porque se aúnan recuerdos vividos, ilusiones presentes y esos sueños lanzados a un incierto destino pero que nos mantienen esperanzados.

Con los años quieres de una manera profunda a los tuyos porque se convierten en nuestro resorte, en esa fuerza indómita que te otorga el pasaporte hacia todo lugar consciente de que muchos seres ya no se hallan entre nosotros, otros partieron para ya nunca regresar ocasionándonos un vacío irremplazable que nos deja ese dolor que se transforma en fuerza transcurrido un considerable tiempo. La pena, la tristeza, el amor, todo nos destruye y nos construye a su vez porque cuando uno dispone de mucha riqueza interior solo ve belleza a su alrededor y en ese momento, es cuando uno desea y posee, aunque no lo sepa en ese momento, de todo el tiempo del mundo porque, pasado, presente y futuro te pertenecen a pesar de los errores, las ausencias y de todo, porque la ecuación es perfecta y la perfección reside, al final, en la propia experiencia.