TW
0

Imaginemos que tengo mucha pasta y me compro una casa en Alemania. Como no tengo previsto trasladarme allá, la pongo en alquiler. El inquilino me pagará mil euros mensuales de renta. Un suponer. ¿Podríamos decir que estoy invirtiendo en Alemania? Yo pienso que no, puesto que no creo empleo, no genero ninguna clase de riqueza y los beneficios de esa operación –los mil pavos al mes– retornan a mi bolsillo, que sigue en Mallorca.

Digamos que ni siquiera la alquilo, sino que una vez al año, en vacaciones, me escapo allí y disfruto de un mes en mi nueva casa alemana. ¿De nuevo podemos hablar de inversión? ¿Qué clase de retorno tiene esa operación? Cierto grado de placer y descanso para mí, cuatro compras en el supermercado del barrio y un par de cenas en un restaurante. El pago de la luz, el agua, los impuestos y el seguro. Poco más.

Por eso me chirría que los economistas hablen de «inversión extranjera» cuando los guiris compran casas en Balears. Si montaran fábricas, talleres o cualquier negocio que crea empleo y genera riqueza a la población local, lo entendería. Pero no es el caso. A veces contratan a una empresa de reformas para cambiar los azulejos de la cocina durante dos meses y sanseacabó. Otras veces mantienen a una empleada del hogar –con un salario escueto y en ocasiones en negro– y, quizá, a un jardinero eventual. Quizá me equivoque, porque no soy economista, pero yo creo que nos quieren dar gato por liebre. Lo que hacen los extranjeros pudientes en las Islas no es invertir, sino vampirizar el clima, el entorno y la belleza. Un disfrute legítimo y comprensible, pero que a nosotros ni nos da, ni nos quita.