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Si hay algo que no merece la pena ser en esta España cainita, es ser jefe del Estado. Ni siendo caudillo o generalísimo, monarca, presidente de Gobierno o jefe de la República. Hagan lo que hagan acabarán siendo criticados y a unos los tacharan de dictadores, a otros de sátrapas, a los más de corruptos y a los republicanos, de débiles y ladrones. De todo menos de ser santos.

Mirad los casos de Felipe González, al que tacharon de ser el señor X y todopoderoso jefe de los GAL, un hombre de Estado hecho a la medida de su maestro, Mitterrrand. O Aznar, el presunto criminal de guerra junto a Bush y Toni Blair. O un Zapatero, al que los españoles tacharon de mister Bean de la política de lo superfluo. O Rajoy, un ocultador de la corrupción del PP. Y así hasta llegar a Pedro Sánchez, de quien expertos psiquiatras han dicho es un psicópata de libro, mentiroso, vanidoso, y manipulador. Pero a donde yo quería llegar es al caso del rey emérito. Y por eso mi artículo va de cómo trata el pueblo español a sus jefes de Estado. Don Juan Carlos ha estado cuatro días en nuestro país, tras dos años de exilio forzoso empujado por el Gobierno y por su propio hijo. Y se ha desatado la caja de truenos con su llegada a Sanxenxo. Que si se ha gastado un dineral en un vuelo privado en jet, que si no ha dado explicaciones, de que ha perdido la oportunidad de pedir perdón, que no ha habido imágenes de su entrevista con su hijo, y tal y tal.

En primer lugar, aquí da igual lo de atacar al emérito; de lo que se trataba era de ir a por la pieza mayor, esto es, acabar con la monarquía como institución. Que no ha dado explicaciones ¿Explicaciones de qué?, pues la Fiscalía ha determinado que de todos los presuntos delitos de los que se le acusan , unos han sido liberados de responsabilidad al ser restituido el dinero que no se pagó a Hacienda, otros que, por su estatus de inviolabilidad, ha sido exonerado y otros han prescrito, por lo que, ante la Justicia española, si bien su actitud no ha sido ejemplar durante años, no hay ningún delito que resarcir. El rey emérito ha perdido para siempre su reputación y el respeto de su hijo. No, no merece la pena ser Rey en España. A la vista está.