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Después de la caída del Muro de Berlín se consideró en Europa que Rusia, el nuevo Estado que emergía como reemplazo de la extinta Unión Soviética, una vez desaparecido el enfrentamiento ideológico, podría incorporarse a la senda democrática y mantener relaciones de colaboración con la Unión Europea, la OTAN y otras organizaciones del mundo occidental. Pero Rusia fracasó en su empeño, si alguna vez lo hubo, de transitar a la democracia y, desde su anexión unilateral de Crimea, se ha convertido de nuevo en el enemigo estratégico esencial. Existe una incompatibilidad radical entre los intereses y valores rusos y europeos a causa del empeño de Rusia en imponer un «nuevo orden mundial post Occidental» opuesto al nuestro.

Para Rusia, la UE es también un enemigo esencial que, desde su punto de vista, pone en peligro su seguridad mediante la incorporación a las instituciones occidentales de países que considera en su zona de influencia; en especial, la aproximación a la UE y la OTAN de los países del Este de Europa que estuvieron en la esfera soviética o formaron parte de la URSS. Esa aproximación es vista como un impedimento a las pretensiones de Putin de convertir a Rusia en una gran potencia. Parece, pues, que nos tendremos que resignar a que la guerra híbrida se mantenga en el tiempo como ocurrió con la Guerra Fría.

El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Lavrov, dijo que «la OTAN esencialmente va a la guerra con Rusia a través de un representante y arma a ese representante.» Es cierto que los miembros de la OTAN han tomado partido por Ucrania ante su injusta invasión por parte de Rusia y le proporcionan importante cantidad de información, armas y equipo. También han creado una opinión pública internacional favorable, que tanto ayuda en las guerras modernas. Además, se impone al sátrapa unas sanciones duras que le dañan en su economía y frente a su propia opinión pública.

Lo que dudo es que sea aceptable moralmente, que mientras les animamos a que sigan luchando por ellos y por nosotros, estemos siendo testigos de una tragedia con miles de muertos, ciudades arrasadas y un éxodo desconocido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial repanchingados en el sofá de casa delante de la televisión tomándonos una cerveza.