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Si se pregunta a cualquier aficionado de cualquier club de fútbol cómo prefiere ganar la mayoría te respondería que en el tiempo de descuento y de penalti. Eso es algo obvio, ganar in extremis es lo más de lo más porque, cuando todos los factores están en contra y, de repente, se revierte la situación, la victoria te sabe a un orgasmo múltiple. Eso le sucede a la hinchada merengue, su equipo les está dando unas satisfacciones incalculables: nada sabe mejor que encomendarse a la épica y lograrlo. Es lo más parecido a la felicidad, si esta existe, y no lo veo como un suceso paranormal como se le clasifica últimamente.

Tampoco empezó con Juanito y Camacho como decía Sanchís. No empezó con ellos. No empezó con nadie anteriormente. Empezó con esta misma plantilla de la temporada 2021-2022. Sólo ellos pueden atribuirse los méritos (también los deméritos) de lo que les está sucediendo en la actualidad, a un solo peldaño de lograr la 14. Es un equipo terriblemente competitivo y eso no se debe a ningún embrujo porque entonces no estaríamos hablando de fútbol y sí de los Mundos de Yuppie. Estas son las victorias que quedan en el archivo de los aficionados, las que se consiguen fuera de toda lógica (aunque sigue habiéndola, siempre la hay).

¿O acaso no recuerdan los culés las 2 ligas logradas en Tenerife y han pasado casi 30 años? Todo esto me trae a la cabeza a Said Aouita, el corredor marroquí de 5.000 y 10.000 metros. Daba vueltas y vueltas al tartán en último lugar, dejando que los otros corredores tomaran la delantera, y sólo aceleraba cuando quedaba poco para terminar la carrera. Entonces, con una velocidad pasmosa se iba desembarazando de sus rivales, uno a uno, hasta llegar el primero a la meta.