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En 1984, la novela distópica de George Orwell, toda la población de un país tenía dos minutos de odio al día durante los cuales debía ver una película que mostraba a los enemigos del Estado y expresar con entusiasmo su odio hacia ellos. No osó prever Orwell que en 2022 los dos minutos de odio serían los telediarios casi completos.

Todos los gobiernos de Europa, y por supuesto el estadounidense, se han alineado sin fisuras en la campaña de propaganda emocional sobre Ucrania. Desde el primer minuto debemos odiar a Rusia y amar y apoyar esta guerra, «buena», «justa» y «de liberación». No nos han dejado tiempo ni para pensar, sentir ni reaccionar, en una peculiar aplicación de la «doctrina del shock» de la que hablaba Naomi Klein.

Se nos exige ser fieros partidarios de Occidente sin matices, boicotear todo lo que pueda tener relación con aquel país –incluyendo villanías como la expulsión de estudiantes rusos de universidades europeas (la de Valencia, por ejemplo)– y achacar toda la culpa a Putin. Las televisiones y diarios muestran al milímetro cada casa destruida, cada madre que llora, cada refugiado, cada muerto, todo el mal del enemigo, toda la bondad de los nuestros. En ese maniqueísmo impuesto han caído todos los medios de derecha a izquierda.

Y esa minuciosidad al mostrar el dolor y la injusticia, esa denuncia, estaría muy bien como ejercicio antiguerra si se hiciera lo mismo con todos los demás conflictos, con Palestina o Siria o Líbano o el Sáhara u otras tantas guerras donde también campa el horror; pero no es de denuncia pacifista de lo que va la campaña mediática, sino de acrecentar el ardor guerrero de los europeos. Parece que las guerras y las víctimas son distintas según dónde sucedan, según cómo les caigan a algunos dirigentes y, sobre todo, según los intereses en juego, que en esta ocasión son muchos.

La Unión Europea, que se suponía nacida para ser la alternativa pacífica y racional a los Estados Unidos, ha mostrado su verdadera cara: es la OTAN, lejos de la paz, el entendimiento y la negociación. Europa está en guerra. Estamos en guerra, y nos han asignado bando sin preguntar. Y, como decía el senador norteamericano Hiram Johnson: «la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad». Añado que también el sentido común parece salir muy maltrecho.