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Con lo del ‘ataque externo’ se supone que el Gobierno quiere decir que la intrusión en los móviles del presidente y de la ministra de Defensa no proviene del CNI, o, lo que sería más inquietante si cabe, de algún elemento o grupo descontrolado perteneciente a dicho Centro que operara por libre o por encargo de alguien en beneficio de intereses espurios. Si el Gobierno ha querido decir eso, habrá que creerlo, pues parecería insensatez que un gobierno se espíe a sí mismo, aunque la segunda variante, la de la infiltración en el CNI de algún elemento indeseable, no convendría, en tanto se aclare el suceso, descartarla absolutamente.

Es más, pudiera ser que, en el caso de que ese ‘ataque externo’ no fuera tan externo, quien infectó con Pegasus los móviles de Sánchez y Robles fuera el mismo, o los mismos, que se introdujeron en los dispositivos de los políticos independentistas catalanes. Ahora bien, si Bolaños, en su urgente comparecencia ante los medios en día feriado, dijo ‘externo’ por decir algo al no conocer a ciencia cierta el origen del espionaje, o por evitar prudentemente emplear el término ‘extranjero’, decaería la variante, a menos que lo ‘extranjero’ se sirviera de lo ‘externo’ poco externo para espiar a unos y a otros.

También cabría en este feo y peligroso asunto la hipótesis del ‘a mí también’ gubernamental, es decir: «¿Cómo voy a espiaros a vosotros, si también me están espiando a mí y por el mismo procedimiento, el Pegasus israelí ese?» Ello, lógicamente, con el fin de disipar o desviar la sospecha del masivo espionaje a los secesionistas catalanes. Esta hipótesis, algo alocada y pueril ciertamente, rodará, no obstante, por las tertulias. Lo cierto, en todo caso, es que estos espionajes paralelos se centran en actores amigos y enemigos a la vez, cual son el Gobierno de la Nación y quienes, contrarios a seguir perteneciendo a ésta, son, sin embargo, los sostenedores parlamentarios de aquél.